EL SERMÓN
Fuentes: Jung., p.577-584; Righetti, t.II, p.234-240; Cristo; Vagaggini, Cipriano, “El sentido teológico de la Liturgia”, cap. 24; La Maison-Dieu, “Aux sources de la prédication”, n. 39, 3er. trim., año 1954;
San Agustín, De Doctrina Christiana, libro IV; Alfredo Saenz, San León Magno y los Misterios de Cristo; La celebración de los misterios en los Sermones de San Máximo de Turín; San Francisco de Sales, “Lettre sur la prédication” (A Mons. André Frémyot - 5-X-1604)
Dom Columbia Marmion, “Jesucristo, ideal del sacerdote”; Cardenal Newman, “Discursos para auditorios mixtos”.
1- RÚBRICA y NORMAS
“Después del Evangelio, sobre todo los domingos y fiestas de precepto, tenga lugar, conforme a la ocasión, una breve homilía al pueblo”.
“Post Evangelium, praesertim in dominicis et diebus festis de praecepto, habeatur, iuxta opportunitatem, brevis homilia ad populum” (n. 474)
Código: cánones 1337-1348.
San Pío X, Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, 1-IX-1910
Encíclica “Humani generis redemptionem”, Benedicto XV, 15-VI-1917
(AAS IX, 328-334); Normas relativas a la predicación, de la Sagrada C. Consistorial (AAS. IX, 305-317)
1. ¿Quién puede / debe predicar?
* “Sólo el Ordinario del lugar es quien concede facultad para predicar en su territorio lo mismo a los clérigos seculares que a los religiosos” (c. 1337)
* “La facultad de predicar sólo se concederá a los sacerdotes o diáconos, mas no a otros clérigos, como no sea con causa razonable, a juicio del Ordinario y en casos singulares.
A todos los legos, aunque sean religiosos, les está prohibido predicar en la iglesia”. (can. 1342)
* “Los domingos y demás fiestas de precepto del año es obligación peculiar de todos los párrocos el anunciar la palabra de Dios al pueblo, mediante la homilía acostumbrada, sobre todo en la Misa a la que suele asistir mayor concurso del pueblo.
Puede el Ordinario permitir que se omita la predicación en algunas fiestas más solemnes o también, por justa causa, en algunos domingos” (c. 1344)
CATEDRAL DE SALERNO |
2. Acerca de qué se debe predicar
* “En la sagrada predicación se debe exponer ante todo lo que los fieles han de creer y practicar para salvarse” (c.1347, #1)[1]
* Habitualmente se debe predicar acerca del Evangelio, como lo dispone el “Ceremonario Episcopal” (l.1, c.22,2): “Sermo regulariter infra Missam debet esse de Evangelio currenti”.
“Es de desear que en las Misas que, con asistencia de los fieles, se celebran las fiestas de precepto en todas las iglesias u oratorios públicos, se haga una breve exposición del Evangelio o de algún punto de la doctrina cristiana...” (c.1345) San Pío X en el Motu ya citado dice: “De todo esto resulta evidente que los temas sobre los que hay que predicar son el Símbolo de los Apóstoles, la ley de Dios, los Mandamientos de la Iglesia, los Sacramentos, las virtudes y los vicios, los deberes de estado, los Novísimos y las demás verdades eternas”.
(Ver más abajo “Simbolismo”)
2- EL NOMBRE[2]
“Un estudio histórico sobre los términos empleados por las primeras generaciones cristianas para designar la predicación no nos muestra sólo el carácter carismático de ésta, sino que pone en evidencia el papel eminente... en la vida de los primeros cristianos.” (Chr. Mohrmann)
Tres son los términos que eran utilizados en la Antigüedad: ‘praedicare’, ‘tractare’, ‘sermo’
A)_ PRAEDICARE:
a- Tiene un contenido profundo y rico, y para descubrirlo hay que relacionarlo con el correspondiente griego chrnssein (en el lenguaje corriente equivalía ‘anunciar, llamar’) que en el Nuevo Testamento adquiere un carácter plenamente técnico y espiritual.
San Juan Bautista, a quien se aplica aquel verbo, es el heraldo de Cristo y de la era mesiánica, que él predice y anuncia a la vez. Pero con Cristo el verbo recibe su sentido más acabado, ya que la chr¢nssein es la proclamación del Basileia tou qeou, que El constituye a la vez que proclama.
Posteriormente los apóstoles serán los encargados de esa proclamación; no se trata de anunciar simplemente la realización de un hecho, sino de un mensaje de salvación para todos los pueblos.
Y en ese sentido, de ‘predicar, anunciar’, emplearan ‘praedicare’ los Padres de la Iglesia. P.ej: Tertuliano dice que Cristo cumplió la voluntad del Padre, “praedicando, operando, sustinendo” (De or. 4,3)
Pero también se le une el sentido de “profetizar”, y así significará una “predicación profética.”[3]
b- Junto al sentido de proclamar un mensaje, ‘praedicare’, tiene en latín clásico el sentido de ‘alabar, glorificar, celebrar’. Y en este sentido lo comienzan a utilizar los Padres en el s.IV. P.ej: san Ambrosio, San Agustín, san Jerónimo, San Paulino de Nola, aunque sin aplicarlo a la alabanza divina. [4]
En cambio, la liturgia sí lo hace. P.ej, en el Sacramentario leoniano.[5]
“Este verbo ‘praedicare’ que designaba la predicación del Señor y de los apóstoles, que se refería a la doctrina cristiana en toda su plenitud, y que revestía un matiz místico muy pronunciado, pasó a ser, en el curso del s.IV, un término técnico para designar la predicación ordinaria de los obispos y sacerdotes. Se trata de un uso típicamente latino y que me parece muy significativo: designando el acto de la predicación por el término ‘praedicare’, derivado del bíblico chr¢nssein, se lo relaciona directamente con la predicación de Cristo y los apóstoles, a la vez que, el matiz místico del término, evidencia el carácter carismático de la predicación. Este uso absoluto de ‘praedicare’ se halla sobre todo en textos que surgen de la vida cristiana cotidiana. El carácter mismo de esos testigos, prueba que se trata de un uso viviente de la lengua corriente.”
B)- TRACTARE / TRACTATUS:
* En los autores cristianos más antiguos se encuentran esos términos para designar en primer lugar la predicación exegética.
‘Tractare’ en lenguaje profano tenía el sentido de ‘tratar acerca de algo, exponer sea en forma oral o por escrito; y a la vez ‘reflexionar sobre, examinar, estudiar una definición, un texto, etc.’
* Pero ya desde la antigüedad se utilizó ‘tractatus’ para designar la predicación en general. Ej:
- San Cipriano : “Ego prius legeram et episcopo tractante cognoveram no sacraficandum idolis nec simulacra servum Dei adorare debere”. (Ep. 55, 14,1)
- San Agustín: “Debet igitur divinarum scripturarum tractor et doctor, defensor rectae fidei ac debellator erroris, et bona docere et mala dedocere, atque in hoc opere conciliare adversos, remissos erigere, nescientibus quod agitur, quid exspectare debeant intimare.” (Doctr. christ., 4,4,6)
C)- SERMO:
Ya desde el s.IV llega a ser el término más usual y universal, y se aplica a todo género de predicación: catequética, exegética o parenética.[6]
Cuando se habla de ‘sermo popularis’ “no significa , como se dice frecuentemente, una predicación popular, en el sentido de una predicación simple o de un sermón expuesto en lengua vulgar. ‘Popularis’ deriva aquí de ‘populus’ o ‘populi’ en el sentido técnico de la comunidad de fieles reunidos en la iglesia”.[7]
San Agustín explica la expresión ‘sermones populares’ de la siguiente manera: “Statui autem per sermones id agere, qui proferuntur in populis, quod Graeci homilias vocant” (En. in Ps. 118, Proem)
II- HISTORIA
1- Los sábados, en las sinagogas, luego de la lectura de las Sagradas Escrituras, alguien las explicaba. Vemos que N.S. predicaba en las sinagogas:
Lc. 4,16 ss. , Mc. 1,21.
En Antioquía de Pisidia el jefe de la sinagoga invita a san Pablo y a san Bernabé a que dirijan unas palabras de edificación a la comunidad. (Act. 13,15)
2- Por eso, desde el comienzo tuvo lugar en el culto católico una homilía, como dice San Justino en su Apología 1, 67 (Cf. en “Historia...”)
Las primeras exposiciones de la liturgia de la Misa que mencionan también la homilía son el Ordo eccl. Lateran.; el O.R. XI, n.20 (s.XVII) y el O.R. XIV (s.XIV) En varios pasajes del OR. XV (hacia 1400) se menciona la homilía después del Evangelio, en el culto papal. Según Jungmann no aparece mencionada la homilía en los Ordines más antiguos, por tratarse del culto estacional.
3- ¿Quiénes predicaban?
a- Normalmente debía predicar el obispo.
Lo hacía desde su cátedra, normalmente sentado para poner así de manifiesto su autoridad; pero también lo hacía de pie, en las gradas de aquella.[8]
Los fieles escuchaban el sermón de pie. Pero ya san Agustín consideraba que era mucho pedir (sobre todo considerando la duración de los sermones).[9]
San Cesáreo de Arlés permitía que las personas que lo necesitasen, se sentaran durante las lecciones y el sermón. Aunque como asiento sus fieles no tenían más que el suelo.[10] En cambio, en Italia, según lo que dice san Agustín, había asientos (‘sedilia’). Pero en general los fieles se apoyaban en bastones.
En cambio sí existían asientos para el clero. (O.R. 1, n.4)
En la Edad moderna se introdujeron, como algo habitual, bancos en la iglesia. (al parecer por influencia protestante)
b- Pero también podían predicar los presbíteros. Por eso tenemos varias homilías de san Jerónimo, san Juan Crisóstomo, etc.
En Oriente, en el s.IV, fue costumbre el que varios presbíteros se turnasen para hablar y cerraba la prédica el obispo. Para Baumstark esto es un resabio de la predicación carismática de los primeros tiempos.[11]
Pero en algunos lugares los presbíteros no podían predicar. ¿Por qué razón? Por temor a la propagación de la herejía. Y así, en Alejandría se puso esta traba por temor al arrianismo. También existió dicha prohibición en el norte de Africa, y probablemente en Italia.[12] De hecho, el Papa San Celestino escribió a los obispos de Provenza reprobando la costumbre contraria.[13] Y San Jerónimo se queja de esa prohibición.[14]
Incluso Sozomeno afirmaba que en su tiempo (s.V) no predicaba en Roma ni siquiera el Papa.[15] Aunque parece un poco difícil admitirlo cuando sabemos que en otras ciudades de la cristiandad se predicaba frecuentemente: en Milán, San Ambrosio; en Hipona, San Agustín; en Rávena, San Pedro Crisólogo; san Máximo en Turín, etc.
En las Galias, la situación fue muy distinta. A instancias de San Cesáreo, el concilio de Vaison (529) concedió expresamente a los presbíteros el derecho a predicar. Si los presbíteros no podían ( por enfermedad), los diáconos debían leer las homilías de los Santos Padres. (Se las traducía para que el pueblo las pudiera entender)
c- “En Oriente parece que no era difícil echar mano de personas seglares”. (Righ., p.235)
4- “Hacia fines del s.XII y con mayor intensidad algo más tarde, con la aparición de las órdenes mendicantes, se advierte un nuevo florecimiento, si no de la homilía, al menos de la predicación en general”. (Jung.)
En esta época, se fue separando cada vez más el sermón de la Misa, por lo que los libros penitenciales y los sínodos insisten en la obligación que tienen los fieles de oír Misa y el sermón.
“Esta desvinculación se refleja hasta en el hecho de alejarse el púlpito del presbiterio”... “La elevación del púlpito, a veces exagerada, por encima de la cabeza de los oyentes, es consecuencia de la acentuada forma retórica que tomó la predicación durante la Edad Media, que trajo consigo el que el predicador hablase ordinariamente de pie.” (Jung., p.582)
SAN PEDRO PREDICA EN PRESENCIA DE S.MARCOS-FRA ANGELICO |
III- SIMBOLISMO
NATURALEZA DE LA PREDICACIÓN
La predicación, en el marco de la Misa, no es una predicación cualquiera, sino que participa del carácter mistérico de aquella; no es una simple instrucción, sino una ‘initiatio’[16] La homilía es “la predicación por excelencia de la Iglesia, que dentro del cuadro de la liturgia pretende introducirnos en ese mundo superior que nos abre en toda su plenitud la misma celebración eucarística.” (Jungmann, p.581)
“Cuando la predicación forma parte de un acto litúrgico, como cosa impuesta o permitida por la Iglesia, es también un sacramental propiamente dicho, al menos como todo acto litúrgico de institución eclesiástica. En cuanto sacramental, la predicación tiene su eficacia de causa instrumental propiamente dicha de la gracia, sobre todo ex opere operantis Ecclesiae, además de otras, a título subordinado, ex opere operantis del individuo que la escucha y del ministro que la realiza.” (Vagaggini, p.807)
“La esencia de esta religión que debemos seguir consiste en la historia y la profecía de la dispensación temporal de la divina Providencia para la salvación del género humano, para reformarlo y repararlo para la vida eterna” (San Agustín, De Vera Religione, 7,13)
“La predicación bíblica y litúrgica es iniciación, es decir, que en lugar de proporcionar conclusiones, a las cuales no hay nada que añadir - sino amén- abre perspectivas. En ello difiere fundamentalmente el manual de catecismo de la catequesis.”
“Nada más ortodoxo, nada más preciso que el Denzinger. Pero el predicador que se contentara de suministrar proposiciones no despertaría una fe personal y viva. La ventaja de la Biblia y de la liturgia es que sin preocuparse de cerrar la puerta a las herejías a través de definiciones meticulosamente pulidas, nos dan la verdad en su estado primero, como esas fuentes cuya agua, en el momento en que surge, abunda en propiedades radiactivas que luego de su embotellamiento no se encuentran. El predicador que bebe y da de beber a sus oyentes, de aquellas fuentes, les permite hacer su teología, en lugar de recibirla como algo ya hecho. Cuenta para ello con la virtud de fe, con los dones del Espíritu Santo que posee todo bautizado, y que le confiere una inteligencia sobrenatural que muchas veces es superior a su cultura humana o a sus facultades de expresión. Y, por supuesto, el predicador, teólogo él mismo, no le transmite las riquezas de la Escritura o de la Liturgia en desorden o al azar: ha seleccionado las enseñanzas, las sabe presentar, orientar, organizar; pero no las da como una estructura cerrada y acabada de un tratado técnico, sino que deja margen para el trabajo de la inteligencia sobrenaturalizada por la fe...” (Roguet)
San Agustín, en cierta manera, une el ‘ministerium sermonis’ al ‘ministerium altaris’:
“Pro modulo aetatis rudimentorumque nostrorum, pro tirocinio suscepti muneris atque in vos dilectionis affectu, qui iam ministrantes altari quo vos accesuri estis, assistimus, nec ministerio sermonis vos fraudare debemus” (Serm. 124,1)
En el mismo sentido se expresa R. Girault:
“El predicador no es un profesor, sino un heraldo, c¢hrnx, el testigo de un misterio sagrado... Su lógica no es escolástica, sino bíblica.”
“ La paradoja del predicador es que debe expresar un mensaje que él sabe desde el comienzo jamás podrá presentar en forma acabada. La paradoja es que Dios debe hablar por su boca y Dios, en efecto, no fallará; pero la Palabra de Dios no pasará por su boca sino en la medida en él estará preparado y disponible. Su primer pecado sería el no tener conciencia de ese misterio. El es el crisol viviente donde se funde la Palabra de Dios y la palabra humana, y su predicación no tiene valor sino en la medida que comulga profundamente al misterio de Dios.” ( La Maison-Dieu n.39, p.13)
“Unida a la celebración del sacramento de la Eucaristía, la predicación tendría que ser considerada como una realidad de orden sacramental, como lo querían los Padres, y en particular, Orígenes. No se puede predicar sino después de haber recibido el sacramento del orden, o al menos, el diaconado, y en principio, es el celebrante mismo quien debe predicar en la Misa” (p.16)
PRÉDICA Y LITURGIA
1. “La misma naturaleza intrínseca de la predicación como anuncio de la palabra de Dios, contenida en la Biblia, presentada en la proposición del magisterio y en la liturgia, requiere que su objeto, o contenido, o cuadro general, no sea otra cosa, en primer lugar, que la historia sagrada siempre en acto, como ha sido efectivamente en la tradición eclesiástica hasta los siglos XII-XIII”.
2. “La íntima unión entre predicación y liturgia en general se descubre, en último término, remontándose de nuevo a aquellas, leyes que rigen las relaciones entre el hombre y Dios... La primera de estas leyes es la libre cooperación que el hombre ha de prestar a la obra de Dios; Dios desciende al encuentro del hombre, pero el hombre ha de disponerse libremente a este encuentro, sometiéndose a las disposiciones requeridas para agradar a Dios.
Luego entra en juego la ley de la objetividad: las modalidades de este encuentro y de las disposiciones a las que el hombre ha de someterse para agradar a Dios en un régimen sobrenatural son determinadas por la libre voluntad del mismo Dios. No sólo no puede el hombre realizarlas por sí mismo, mas ni siquiera puede conocerlas. ha de escuchar antes la revelación que Dios mismo hace de ellas en la palabra que le dirige. En ésta llega a conocer, en primer lugar, que su encuentro con Dios se hace sólo en Cristo, ... y uniéndose al culto que Cristo, como cabeza de la humanidad, rinde a Dios, podrá dar a Dios el culto que se le debe y responder a sus deseos. De este modo, a través de la palabra de Dios, llega a conocer el hombre que su encuentro con El , en Cristo, se realiza fundamentalmente por vía litúrgica, y conocerá también el alcance y el sentido fundamental de la misma liturgia.”
3. “...Ahora bien, la referencia a esta palabra de Dios es continuamente necesaria al hombre, porque, contra la ‘fascinatio nugacitatis’ y las pasiones y los peligros de todo género que tienden a inclinarlo en sentido contrario, él siempre tiene necesidad de recordar la meta del encuentro con Dios, en Cristo, y de las disposiciones en las que ha de conservarse para realizarlo. Es decir, tiene continua necesidad de la palabra de Dios par estimular en í la fe, la esperanza y la caridad, con las cuales pueda estar acorde en la liturgia con Cristo, recibiendo su influjo santificador y uniéndose al culto que El, como Cabeza de la humanidad, rinde a Dios. Por esto la Iglesia ha de proclamar continuamente, anunciar y explicar la palabra de Dios al hombre, no menos que celebrar la liturgia. El ministerio del sacramento y el ministerio de la palabra - también a su modo ‘sacramentum’, ‘mysterium’ - no han de cesar jamas en la Iglesia, porque cada uno, a su modo , es siempre necesario par que se realice el encuentro entre los hombres y Dios.
El ministerio del rito litúrgico y el ministerio de la palabra son complementarios. Sin el ministerio de la palabra, el rito corre el peligro de permanecer infructuoso para el fiel que no comprende el sentido y aun no tiene las disposiciones morales necesarias. El ministerio de la palabra precede lógicamente, porque en él da Dios los primeros toques al alma y la dispone: ‘fides ex auditu’: sin el ministerio del rito la palabra no salva porque, por voluntad positiva de Dios, el encuentro del hombre con Dios se realiza en el rito y por eso no se da gracia alguna al menos sin el deseo del sacramento
4. “ Finalmente, lo que ha de ser el contenido esencial de la predicación, la historia sagrada, misterio de Cristo siempre en acto, no es otra cosa que el mismo contenido esencial de la liturgia, en cuanto que la liturgia, como se ha explicado en la primera parte, no es otra cosa que una cierta realización actual, en diversos lugares y en tiempo que transcurre desde Pentecostés a la parusía final, del misterio de Cristo, bajo el velo de signos sensibles y eficaces de la santificación y del culto de la Iglesia...” ...” (Vaggagini, p. 820 ss.)
SAN PABLO PREDICANDO EN ATENAS |
¿CUÁLES DEBEN SER LAS CUALIDADES DEL PREDICADOR?
a)- San Pío X en su Motu Pr. “Sacr. Ant.”, dice que deben ser dos:
a- Santidad de vida: que tiene dos consecuencias
* el fin sobrenatural que se ha de proponer el predicador en sus sermones: “el celo por la gloria de Dios y por la salvación eterna de las almas”. En esto se encierra la fuerza y eficacia de la predicación evangélica.
* coherencia entre vida y doctrina predicada: “Esta necesaria piedad que deben tener los oradores sagrados ha de traslucirse muy particularmente en la manera de manifestarse en su vida, no vaya a ser que la conducta de quienes predican esté en contradicción con lo que recomienda sobre los preceptos y las costumbres cristianas, y no destruyan con obras lo que edifican con la palabra... porque ‘si la doctrina es buena y el predicador es malo, éste es ocasión de blasfemia de la doctrina divina’[17]”
b- Ciencia: “Pero a la piedad y las demás virtudes cristianas no les debe faltar ciencia; es evidente de por sí, y la experiencia lo confirma, que quienes no poseen abundante doctrina ... no pueden expresarse con sabiduría, ni con rigor sistemático, ni con fruto; y tampoco quienes confiados en su innata facilidad de palabra, suben al púlpito con desenfado, casi sin prepararse. Estos ciertamente dan palos en el vacío, e inconscientemente son causa de que la palabra divina sea despreciada y objeto de burla; a ellos se les pueden aplicar sin restricción las palabras divinas: ‘Ya que tú has rechazado la ciencia, yo te rechazaré también, para que no ejerzas mi sacerdocio’ (Os.4,6) ”
En relación a esto, Santo Tomás dice que “el predicador, para ser luz del mundo debe reunir tres condiciones:
- primero: la solidez de doctrina, para no desviar de la verdad;
- segundo: la claridad de exposición, para que su enseñanza no sea confusa;
- tercero, eficacia, para buscar la alabanza de Dios y no la suya propia” (Com. in Math.V)
SAN FRANCISCO DE ASÍS |
PREDICAR LA PALABRA DE DIOS
Louis Boyer resume su artículo sobre las “Condiciones de una predicación verdaderamente pastoral”, en los siguientes tres puntos:
1- Que toda nuestra vida interior se centre en la Palabra de Dios para que lo sea todo en nuestro ministerio;
2- Redescubrir esa Palabra en la escuela de la liturgia, y en primer lugar, en la Misa misma.
La Sagrada Escritura no se debe separar de la Tradición y “es la liturgia la que primero nos la brinda”.
“El sacerdote ‘dispensador de los misterios de Dios’... por una piedad totalmente alimentada por la misma piedad de la Iglesia, debería empaparse él primero de esas verdades (de esa gran Verdad) de su Palabra, tal como la liturgia tradicional nos las distribuye, las esclarece por su elección y ordenación de los textos...”
3- “Redescubrir en esa Palabra la clave misma de la vida de los hombres a los cuales ella nos envía, remontando sin cesar de esa vida a esa Palabra, ya que la primera no se puede comprender a fondo sino a la luz de la segunda, y la segunda no nos descubre sus riquezas que en contacto con la primera, conocida y amada en la auténtica caridad de Cristo”. (La Maison-Dieu, n.39, p. 58)
No hace falta para llegar al hombre el que la Palabra divina se torne humana: “Creer, pues, que la Palabra divina, para adaptarse, para hablar el lenguaje del hombre, debería dejar de lado sus propios temas para adoptar los de éste, es no sólo subestimar la Palabra de Dios, sino también injuriar al hombre mismo, despreciar todo lo que hace a su propia grandeza”.
¿Cómo se debe predicar?
a)- Habiendo preparado el sermón: aunque se tenga facilidad para predicar; en efecto, San Pío X habla de aquellos que ‘confiados en su innata facilidad de palabra, suben al púlpito con desenfado, casi sin prepararse. Estos ciertamente dan palos al vacío, e inconscientemente son causa de que la palabra divina sea despreciada y objeto de burla...”
“Cuando se habla a militantes, cuando se ha organizado una sesión de estudios... es excepcional el caso en que uno se presente sin una verdadera preparación. Digámoslo sinceramente: es tan excepcional como el que se suba a la cátedra el domingo, después de haber realizado una preparación digna de ese nombre.” (Louis Boyer)
b)- Con sencillez: “Los predicadores de la divina palabra deben abstenerse de tratar de asuntos profanos y abstrusos que están por encima de la capacidad ordinaria de los oyentes; y han de ejercer el ministerio evangélico no sirviéndose de los razonamientos especiosos de la sabiduría humana, ni de aparato profano, ni de los halagos de una elocuencia huera y ambiciosa, sino manifestando espíritu y virtud y no predicándose a sí mismos, sino a Cristo Crucificado” (c. 1347 # 2)
Y antes había dicho San Pío X: “Hay que eliminar absolutamente del púlpito las maneras pomposas de hablar, que no hacen más que dar vueltas a las cosas en vez de animar a la buena conducta... que miran más a la elegancia en el decir que al logro de los frutos. Todas estas cosas son más propias de ensayos literarios y de discursos académicos, pero no concuerdan en absoluto con la dignidad y la categoría de la casa de Dios.”[18]
Al modo de la S.E. y de la liturgia: “La primer ventaja de un tal tipo de predicación es la de ser concreta. No toma como punto de partida ideas, axiomas, teorías, que no hablan sino a la inteligencia racional, sino de hechos, eventos, parábolas, gestos, textos de plegarias que hablan a la imaginación, a la sensibilidad, a la memoria. No decimos que se trate de una concesión a nuestro tiempo, hundido en la materia, al anti-intelectualismo de nuestros contemporáneos atiborrados de cine y de ilustraciones. Sino que obedecemos a esa ley esencial de la sicología humana, de la pedagogía divina y sacramental, que consiste en llegar a la inteligencia a través de los sentidos y de llegar a lo desconocido a través de lo conocido (tantas prédicas llevan de lo desconocido... a lo desconocido!) “ (Roguet)
“Al predicar tú en la iglesia, no provoques la aclamación popular, sino sus gemidos. Sean tus alabanzas las lágrimas de los oyentes. La palabra del presbítero esté embebida de la lección de las Escrituras. No quiero que seas declamador ni charlatán sin juicio, sino perito en los misterios y eruditísimo en los sacramentos de Dios... Nada más fácil que engañar al vil populacho con la volubilidad de la lengua y la indocta predicación, pues cuanto menos entiende, más admira...” (Carta de San Jerónimo a Nepociano)[19]
c)- Pero con convicción: confiando en la eficacia de la palabra divina y en su ministerio. “Porque tenemos un Maestro interior: Cristo.” (San Agust., Tract. in Ioh., 20,3)[20]
El P.Bouyer ve en esa falta de convicción uno de los principales defectos de la predicación en las parroquias.“Le sermon, si souvent, c’est le temps mort. Il paraît tellement évident qu’on le fait parce qu’il faut le faire, mais qu’il n’a vraiment pas d’autre raison d’etre...”
O sea, se ve el sermón como un paréntesis inevitable, pero que hay que apresurarse a cerrar, para que “siga la Misa”.[21]
Esa fuerza y convicción se obtendrá por el empleo de la S.E. En efecto, dice León XIII: “Esta característica virtud de las Escrituras, que procede del soplo del Espíritu Santo, es la que da autoridad al orador sagrado, le otorga libertad de apostolado, le confiere una elocuencia viva y convincente. Quienquiera que esgrime al hablar el espíritu y la fuerza de la palabra divina, ése no habla sólo con palabras, sino con firmeza, con el Espíritu Santo y lleno de confianza.”[22] (Enc. de Studiis Script. Sacr., 18-XI-1893)
“La Biblia es, pues, la principal y más asequible fuente de elocuencia sagrada”. (San Pío X)
Tal vez, el hecho de que el predicador viva en la tibieza, lo lleva a la falta de fuego en su prédica. Pero, como dice el padre Roguet, ello no debe ser causa de la languidez de nuestro discurso; sino que debemos corregir nuestras deficiencias. Es decir, que al predicar, nos predicamos.[23]
d)- Brevemente: como veíamos el canon 1345 dice que la exposición del Evangelio debe ser breve: “brevis Evangelii aut alicuis partis doctrinae christianae explanatio fiat”.
Creemos que como promedio debe durar unos 15 minutos. Pero, evidentemente, no se trata de una regla inalterable. Ya que hay que tener en cuenta diversos factores:
- la calidad del predicador
- la calidad de fieles que escuchan, su receptividad, su nivel cultural, sus intereses, etc.
- la naturaleza de la materia tratada (no es lo mismo exponer el misterio de la Santísima Trinidad que la Pasión de Cristo)
- las condiciones del lugar (sería un total desatino el torturar con un largo sermón a fieles que se hayan expuestos a los rayos del sol...)
Pero hay que recordar que “los primeros minutos mueven el corazón, pero que pasado cierto tiempo, se mueven las asentaderas”; y que “los primeros minutos son para Dios; los que siguen para el predicador y los últimos para el Demonio”.
* El modelo perfecto de predicador es, por supuesto, el Divino Maestro. El P. Pierre Quinsat, S.J.,[24] hace un análisis bastante detallado de cómo predicaba Jesús. De los distintos elementos queremos señalar uno: el uso de las comparaciones, o más concretamente de las parábolas. Porque la mayoría del pueblo fiel, retiene más fácilmente las figuras que las abstracciones, las comparaciones concretas, que los razonamientos.
“Pero hay que darse cuenta que no se trata sólo del fruto de una rica imaginación... Sino que se trata de algo mucho más profundo, se relaciona con todo un simbolismo. Jesús conocía a fondo la homología de los seres y contemplaba naturalmente todas esas correspondencias maravillosas que existen entre los diversos estratos de la creación. Y nosotros nos podemos preguntar si somos suficientemente atentos a esa cuestión, si tenemos bien en cuenta ese simbolismo, que no tiene nada de fortuito o arbitrario, y que Jesús ha querido incorporar en su enseñanza.”
* Interés: La primera condición evidentemente, es la de estar presente en el momento del sermón, física y mentalmente.
“Se ha de aconsejar y exhortar diligentemente a los fieles que asistan con frecuencia a los sermones” (c. 1348)
“Escuchemos el Evangelio (su comentario) , como si nos hablara el Señor en persona. No digamos: Felices los que pudieron verlo, porque muchos de los que lo vieron le dieron muerte...
Las hermosas palabras que salieron de su boca, para nosotros han sido escritas, conservadas, leídas para nosotros y lo serán aun para aquellos que nos seguirán... Escuchemos al Señor.” (In Johan. tract. XXX., 1)
* Con pureza de corazón: “Los conceptos equivocados que muchos tienen sobre la religión, sobre todo entre los mismos católicos, se deben achacar más a las malas inclinaciones de la concupiscencia que a una actitud errada de la inteligencia...” (San Pío X, Motu cit.)
* Con recta intención: Sin importar quién lo dice, sino atendiendo a lo que dice; y en lugar de buscar sorprender al predicador en alguna falta, buscar qué enseñanza puedo aplicar en mi vida (aunque se trate de algo humilde)
[1] Santo Tomás dice: “Praedicatores debent illuminare in credendis, dirigere in operandis, vitanda manifestare, et modo comminando modo exhortando, hominibus praedicare” (Com. in Matth. V)
[2] : Todo lo que sigue es extractado del art. de Christine Mohrmann “Praedicare - Tractare- Sermo. Essai sur la terminologie de la prédication paléochrétienne” (La Maison-Dieu, n.39, año 1954)
[3] P.ej: Tertuliano, De Bapt., 10,5; San Cipriano, Ep. 63,7,1
[4] Sin embargo, como excepción, leemos en el ‘Psalterium juxta Hebreos’ : ‘In Deo laudabo verbum, in Domino praedicabo sermonem’ (Ps. 56,11); y en el Ps. 26,7: “Ut clara voce praedicem laudem’.
[5] Ej: “teque profusis gaudiis praedicare in die festivitatis hodiernae (106, 26); ‘quae in martyrum veneratione te pradicant suffragia (156, 15); ‘in eis te praedicare mirabilem’ (158,6)
[6] Ej: San Ambrosio, De Sacr. 1,1,1; 5,1,1; San Ag., Serm. 228,3
[7] Cf. San Ag., Ep. 224, 2, De Civ. Dei, 17,17
[8] El “Caerem. episcop.” (II, 8,48) prevé aun actualmente el que el obispo predique sentado, sea desde su trono, si éste está situado hacia el pueblo, sea desde el faldistorio delante del altar.
Incluso, al parecer, podría hacerlo el simple sacerdote, aunque en el lado epístola.
[9] De cathech. rud. 1, 13, 19.-
[10] Serm.78,1
[11] Const. Ap. II, 57,9; Eteria, c.25,1; también hablan de ello Crisóstomo y Jerónimo
[12] San Greg. Magno refiere cómo el sacerdote Euquitio fue acusado por el clero romano de haber predicado sin autorización del Papa (Dial., 1, 4)
[13] Ep. 21, n.2; PL 50, 528-530
[14] “Pessimae consuetudines est in quobusdam ecclesiis tacere presbyteros, et praesentibus episcopis no loqui, quasi aut invidiam aut non dignentur audire” (Epist. 52, ad Nepotian., 7)
[15] Hist. eccl. VII,19
[16] Cf. J. Hartog, “The sacrifice of Church, p.23 ss.
[17] El Papa cita a S.Tomás, Com. in Matth. V
[18] Lo cual no quiere decir que no haya que hablar de cosas elevadas; ¿cómo sería posible, si nuestra religión está sembrada toda de misterios?
En el interesante artículo de Christine Mohrmann sobre “San Agustín predicador”[18]dice sobre este Padre de la Iglesia: “Si se examina la forma exterior, el estilo de los sermones agustinianos, elementos muy diferentes, incluso contrarios llaman nuestra atención: una gran simplicidad se alía a una exhuberancia a veces barroca; una vivacidad familiar se asocia a una elevación que llega a veces a lo patético; un lenguaje corriente y simple, pero revestido con artificios de juegos de sonidos y de palabras. Y sobre todo: una cierta unción bíblica junto a elementos populares...”
“Aun las cuestiones teológicas más difíciles y más abstrusas, como su teología trinitaria, son discutidas en sus sermones...””Está totalmente despojado de aquel orgullo de sabio que considera su ciencia como tan difícil y tan profunda que lo lleva a no hablar de ella a la gente sencilla.
Es notable que este predicador que se esfuerza por hablar en un lenguaje simple y comprensible, que hace concesiones a sus oyentes en lo que concierne a la forma exterior de su predicación, no les facilita nada cuando se trata de la doctrina. La predicación agustiniana reviste un carácter netamente teológico y especulativo. El ofrece en sus sermones la plenitud de sus conocimientos teológicos y de sus experiencias espirituales.”
[19] “Periculum autem meum est, si adtendam quomodo laudatis, et dissimulem quomodo vivitis.” (San Agustín, Sermo 339)
[20] “Habemus enim intus Magistrum Christum”.
Y en el sermón 170 dice: “Divinae lectiones omnes ita sibi connectuntur, tamquam una sit lectio: quia omnes ex uno ore procedunt. Multa sunt ora ministerium sermonis gerentium: sed unum est os ministros implentis”
[21] “Or, un des reproches que les fidèles font le plus souvent à notre prédicaction c’est d’être terne, molle, sans conviction. Si nous ennuyons, c’est parce que nos paraissons nous-mêmes ennuyés de ce que nous disons. Si le prédicateur semble accomplir une corvée, comment les auditeurs seront-ils accrochés? (A.M.Roguet)
[22] 1 Tes.1,5
[23] “Il arrivera d’ailleurs, si nous sommes soucieux de sincerité, que nous éprouverons parfois quelque honte d’un enthousiasme oratoire qui nous a saisi en chaire, et qui dépasse évidemment le niveau authentique de notre vie spirituelle. La sincerité ne nous oblige pas à renoncer á de tels élans, qui peuvent très bien nous dépasser parce qu’ils ne viennent pas de nous. Elle nous oblige au contraire à reviser notre vie pour la mettre en harmonie avec nos paroles. C’est là un des points où la pratique de la prédication, qui peut si facilment s’accomoder d’un certain dédoublement de la personnalité, peut être un aiguillon efficace de notre sanctificacion.” (A.M. Roguet, o.c., p.116)
[24] En la Maison Dieu, n. 39, p.59 ss.
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