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viernes, 15 de abril de 2011

LATÍN-PRONUNCIACIÓN



PRONUNCIACIÓN ROMANO-CRISTIANA, LITÚRGICA O “ECLESIÁSTICA”


Profesores Silvia Esther Saraví y Néstor Adrián Sequeiros


A través de la Edad Media la pronunciación del latín fue evolucionando de modo distinto en las diversas áreas lingüísticas del Imperio Romano occidental, proceso que culminó, hacia fines del primer milenio, en el nacimiento de los nuevos idiomas románicos o romances, es decir, derivados de la lengua de Roma.
Durante aquella época y hasta nuestros días el cristianismo fue el factor más importante para conservar y enriquecer la unidad viviente del latín culto, también en el campo fonético: a través de la enseñanza y del canto litúrgico se generalizó la pronunciación usada en el territorio de la actual Italia, transformación natural de la pronunciación romana, clásica o restituta que había sido norma en la época de Nuestro Señor Jesucristo.
Las diferencias entre la pronunciación clásica y la romano-cristiana son escasas. Importa ahora señalar las que existen entre esta última y la del castellano.


ae, oe =  e : terrae (terre), poena (pena). También se escriben: æ, œ.

c = tch, antes de e, i, ae, oe : crucem (crú-tchem), ecce (e-tche), pacis (pa-tchis), caeléstis (tcheléstis), coena (tchena), excélsis = ek‑tchélsis

ch = k : Christus (kristus), schola (skola), brácchium (brác-ki-um).

g =  d-ye,  d-yi, antes de  e o de i : reges (red-yes), ágimus (ád-yimus). gue, gui = güe, güi : pingue (pingüe), sanguis (sangüis)

gn =  ñ : agnus (añus).

h =   k, en las palabras :  mihi (miki) y nihil (níkil). En todos los demás casos no se pronuncia ni se aspira: theátrum (teátrum), hómines (ómines).


El último ejemplo muestra que tampoco se aspira la h inicial, como se hacía en los primeros tiempos del latín: esta característica había desaparecido ya en la Roma clásica del siglo I a. C., cuando se intentó reimplantarla en círculos muy sofisticados.

j = i :  jam (iam), jucúnda (iucúnda). En la época clásica se escribía : iam, iucúnda.

La grafía j (“iod”) no es propia del alfabeto latino; fue introducida en el siglo XVI por Pierre La Ramée, lo mismo que la v (“vau”), para reemplazar, respectivamente, a la i y la u cuando estas letras aparecen entre vocales en medio de palabra o bien ante vocal al comienzo de palabra o de una parte no inicial de palabra compuesta: cuius = cujus (cu-ius), iustus = justus (iustus), ádiuuo = ádjuvo (ád-iuvo), uultus = vultus (vultus), inuítus = invítus (in-vítus). En tales casos, la i o la u tienen sonido “semivocal” o “semiconsonántico” : no son vocales ni forman propiamente ningún diptongo con las vocales contiguas.

ll = dos eles. (Nunca como elle) :  ancílla (an-tchíl-la), bellum (bél-lum).

ph = f : stropha (strofa)

Las combinaciones ch, ph, rh y th no son originales del latín: fueron introducidas al final del s. II a. C. para transliterar, respectivamente, las letras griegas c , f , r y q, pero sin la aspiración que tenían en esa lengua, salvo la ph. El uso de la ch se extendió a algunas palabras propiamente latinas, como pulcher (púlker) o Gracchus (grakus).

qu = cu. (Siempre se pronuncia la u, salvo cuando está seguida por otra u) :  quáttuor (cuát-tu-or), ítaque (ítacue), quinque (cuincue).  Observar la excepción (ej.) : equus (ecus) (¡No : ecuus !).

La u en qu no es propiamente una vocal sino un agregado posterior a la grafía de la q para señalar su pronunciación diferente a la de la c. En las primeras épocas de la lengua se escribía : qáttuor, ítaqe, etc.

r =  siempre “ere” (como pero, en castellano), incluso al comienzo de palabra.:  rosa, ripa, respóndeo.
          rh , rr = rr :  rhetórica (rretórica), terra (terra).

s  entre vocales es sonora (como “casa” en italiano) : rosa (roşa). (La punta de la lengua vibra apoyándose en el paladar y al final del sonido se vuelve hacia atrás, no hacia adelante y abajo).

sc = sh, antes de e o de i : ascéndens (a-shéndens), discípulus (di-shípulus)

ti = tsi, cuando sigue otra vocal :  grátia (grátsi-a), actiónis (aktsi-ónis).
Excepciones:  se pronuncia ti :
1. Si la sílaba ti está precedida por s, t o x : jústium (iústi-um), Brúttium (brút-ti-um), mixtio (míxti-o).
2. Al comienzo de palabra : tiára (ti-ara).
3. Cuando la i es acentuada :  tous (totí-us), prophea (profetía).
4. En palabras de origen griego : Boeótia (beóti-a).

V es el signo de mayúscula correspondiente a la u : VNVS = UNUS. A partir del siglo XVI también se usa para la v mayúscula : Verbum (vérbum). Acerca de la v, ver lo explicado en la regla de la j. En latín la v semiconsonante se pronuncia como labio-dental, diferenciándola claramente de la b bilabial.

y = i, muy cerrada. (Pronunciar “i”, pero juntando los labios hacia adelante, como al decir la “u” castellana: el resultado es un sonido intermedio entre ambas vocales : Olýmpus (olýmpus), Aegýptus (ed-yýptus).

Esta letra y la z no se usaban originariamente en latín pero fueron introducidas posteriormente para representar la grafía de palabras provenientes del griego.

z = ds, al comienzo de palabra :  zona (dsóna); = ts, en medio de palabra : nazarénus (natsarénus).

Consonante duplicada = consonante prolongada :  Áttica, ille, afflígit (pron.: át-tica, il-le, af-flíd-yit).


SE DEBEN PRONUNCIAR TODAS LAS LETRAS, DESTACANDO BIEN LAS FINALES.
Ejs.:  deest, ímmolo, annus, tunc, primam.


Diptongos. Únicamente son diptongos : ae, oe, au y, en algunos casos, eu (excepcionalmente: ei y ui).   Las demás combinaciones de vocales no forman diptongo en latín; sus componentes deben pronunciarse y silabearse por separado.

Es importante recordar estas reglas para distinguir correctamente las sílabas en la pronuncia-ción y en la escritura.

Son diptongos, por ej.: Caesar (tché-sar), móenia (mé-ni-a), aurum (áurum), seu (seu).
No hay diptongos, por ej., en las siguientes palabras: Deus meus (de-us me-us), Sicília (si-tchí-li-a), puer (pú-er), régio (réd-yi-o), deínde (de-ín-de), fílius (fí-li-us), quotídie (cuo-tí-di-e), ait (á-it), puélla (pu-él-la), fuit (fú-it).

Se acostumbra colocar un signo de diéresis ( ¨ ) sobre la segunda de dos vocales contiguas para indicar que no forman diptongo y, por lo tanto, deben pronunciarse por separado: aër (á-er), poëta (po-éta).

Acentuación. A excepción de algunas pocas palabras agudas (illíc, adhúc, istúc), en latín solo hay palabras graves o esdrújulas. Por lo tanto :
         *  Las bisílabas son graves : bonum (bónum).
         *  Las de dos o más sílabas pueden ser :
graves, cuando la penúltima sílaba es larga ( ¯ ) : amícus;
esdrújulas, cuando la penúltima silaba es breve ( ˘ ) : ínsula.

El acento no se escribía en latín pero, siguiendo el uso litúrgico, lo escribiremos durante el primer ciclo del curso para facilitar la acentuación de las palabras que tengan tres o más sílabas, simplificando así el aprendizaje.


ALFABETO LATINO  (Las letras se nombran como en castellano, salvo las indicadas)


A     B     C     D     E     F     G     H     I     K     L     M     N     O     P     Q     R     S     T     V     X    

a      b     c      d     e      f     g      h     i     k      l      m      n      o      p     q      r      s      t      u     x    

             tche               ef     gue    ha       kappa  el    em    en                          er     es                  ix  


Y    y : y graecum         -         Z    z  : dseta

viernes, 8 de abril de 2011

MISA- LAS LECTURAS




Fuentes: Beringer, p. 289-297; Capelle, p.200-203; Croegaert, T.I, p.503-525 y 541-590; Fortescue, p.254-265; 280-284; Garrido, p. 310-319; Ghir, T.II, 129-139; 167-183; Hani, 143-152; Jungmann, p.500-537; y 562-577; Lebrun, p.158-192; Martimort, 383-396; Righ., T II, p.198-233; Saenz, Alfredo; La celebración de los misterios de san Máximo de Turín; San León Magno y los Misterios de Cristo.


l - LAS RUBRICAS


1)- LA EPISTOLA (RS V, 1 y 4, RG 466-468)

1. En la Misa solemne

1. Hacia el fin de la Colecta (o colectas), el ceremoniario entrega el Epistolario al subdiácono, quien luego de hacer genuflexión en el centro del altar, se dirige al lado Epístola, y allí la canta. El cermoniario está a su lado; el C. y el diác. se sientan.
2. Luego de haber cantado la Epíst. ( a la que se responde “Deo gratias”), el subdiác. se dirige al altar (previa genufl. en el centro) y puesto de rodillas presenta el libro al C., el que cual apoya su mano para que el subd. la bese, luego le da la bendición (salvo en la Misa de difuntos).
3. El c. lee en voz baja el Gradual y All. (o Tracto, o los dos All.), mientras la Schola los canta. (En general espera un poco que haya avanzado el canto y luego se dirige hacia el altar, ya que sino tendría que esperar de pie a que finalice el canto...)
4. Si la Misa es cantada, y no hay subdiácono, la puede cantar un ministro. (clérigo)
(“In Missi cantatis Epistola a ministrante cani potest; secus sufficit ut legatur a celebrante, qui tamen potest Epistolam mori solito canere”. En cambio, en las rúbricas anteriores, el sacerdote no podía cantarla: Decreta SCR 3350, 23-IV-1875)

 
2. En la Misa rezada

Dichas las oraciones, el sacerdote lee la Epístola. Para ello puede asumir una de estas tres modalidades:
- Poner las manos sobre el libro,
- Ponerlas sobre el altar (tocando el libro);
- Tomar el libro en sus manos, y leer así la Epíst. con voz inteligible (‘intellegibili voce’). El acólito responde “Deo gratias”.


2)- EL EVANGELIO (RS V, 2 y 5; RG 471-473)

1. En la Misa solemne

1. Terminada la Epíst., y mientras se canta el Gradual, el subd. se dirige al C. para recibir la bendición. Después cambia el Misal al lado Evangelio.
2. El diác. deposita el Evangelio sobre el altar. Y se procede a la imposición de incienso. Mientras que el C. pone el incienso en el turíbulo, el diác. le pide que lo bendiga (“Benedicite, Pater reverende”) y el C. lo bendice con estas palabras: “Que seas bendito por Aquel en honor del cual vas a consumirte (quemarte)”
3. El diác. se arrodilla en la grada superior y dice la misma oración que reza el C. en la Misa rezada: “Munda cor meum...” Luego toma el Evangelario del altar y se arrodilla frente al C. y le pide su bendición: “Iube domne benedicere”; el C: “Dominus sit...”. Luego besa la mano del C.
4. Se forma la procesión: en primer lugar dos acólitos con cirios. el turiferario y el ceremoniario, el subd. y el diác., se dirigen al lado Evangelio, y quedan frente al altar, cara al pueblo (“contra altare versus populum”).
El Ceremonial episcopal aclara un poco más la rúbrica: “ (el subd.) dando vuelta la espalda no al altar, sino hacia la parte derecha - del altar o iglesia- que representa el Norte. (“ -Subd.- ... vertens renes non quidem altari, sed versus ipsam partem dexteram quae pro Aquilone figuratur”) (Lib.II, c.VIII, n.44) En consecuencia, el diác. queda mirando hacia el Norte.
Si hay un ambón, como lo supone el Ceremonial, el diác. deposita el libro sobre el atril (legile) y el subd. se coloca a la derecha; le presenta el turìbulo y da vuelta la página si hace falta.
Hay que tener que cuenta que en las iglesias orientadas el ambón se hallaba mirando hacia el Occidente (a veces hacia el sur). Por lo cual, al cantar el Evangelio, el diác. mira a los fieles.
5. Al llegar al lugar indicado, se coloca el subdiácono entre los dos acólitos y el diác. abre el Evangelario y lo pone en manos del subd., el que hará las veces de atril.
Entonces el diác. canta “Dom. vob.”; luego, mientras canta “Sequentia...” signa el comienzo del Evang., y su frente, boca, y pecho.
A continuación inciensa el Evang. tres veces: al centro, a la der. y a la izq. (Antes y después de la incensación hace inclinación profunda). Y canta el Evangelio. Cada vez que deba hacer una reverencia, la hará mirando al libro, en cambio, el C. que ha quedado en la grada superior, lado Epíst., la hará tornándose hacia el altar.
6. Acabado el Ev., el subd. lleva abierto el libro al C., el cual lo besa, diciendo: “Per Evangelica dicta...” El subd., cierra el libro, previa inclinación profunda, se dirige a entregarlo al ceremoniario.
7. El diác., desde el lugar en que está, inciensa con tres golpes al C.; luego va a colocarse junto al subd. para dirigirse a los bancos para escuchar el sermón.

2)- En la Misa rezada

1. Luego de haber rezado el Gradual, etc., el acólito traslada el Misal al lado Ev. y lo coloca oblicuo hacia la parte posterior del extremo del altar. El C. se dirige al centro del altar, y con las manos juntas frente al pecho, eleva los ojos y vuelve a bajarlos en seguida; entonces se inclina profundamente sin poner las manos en el altar, y reza en voz baja el ‘Munda cor meum’ y el ‘Iube Domine’.
2. Se dirige al lado Ev. y se coloca frene al libro; con las manos juntas delante del pecho, dice en voz alta ‘Dom.vob.’ y se responde: ‘Et cum s.t.’ Entonces signa el libro y a sí mismo como en el canto solemne.
3. El C. junta de nuevo las manos y lee el Ev.; terminado éste, se responde: “Laus tibi Domine”; y el C. levanta el libro y besa el comienzo del Ev. diciendo “Per evangelica dicta...” ( Este beso se omite en las Misas de difuntos)



II- HISTORIA

Introducción

Ya hemos hablado de lo que sería el origen de la parte “didáctica” de la Misa, en “Historia” (“El culto en la sinagoga”). Pero veamos cómo resume la cuestión Jungmann: “Con toda claridad encontramos estos mismos elementos (del culto sinagogal) en el culto de las primeras comunidades cristianas. Según San Justino, seguía en el culto dominical a las lecciones la homilía del que presidía la asamblea y la oración común de los fieles; ambos elementos forman desde entonces la parte esencial de la antemisa. Los cantos que generalmente en las liturgias cristianas encontramos unidos a las lecciones, deben de tener su raíz en la misma comunidad primitiva. Las Constituciones Apostólicas del s.IV dicen que después de las dos primeras lecciones un cantor entona los himnos de David, a los que el pueblo debe responder Pero ya aproximadamente dos signos antes existía la costumbre de cantar salmos después de las lecciones...
...En estos testimonios aparece, pues, el mismo orden que tanto en Oriente como en Occidente regía aun en el culto no eucarístico conforme sabemos por otros documentos y que nos es familiar aun hoy día en el breviario romano como segunda parte de cada hora canónica: lección, canto responsorial de toda la comunidad y oración. A este plan se añadía únicamente la homilía si se daba el caso.”


1- El número de lecturas:

1.1. En la Antigüedad: en general se leían tres pasajes, pero a veces se leían cinco pasajes.
Testimonios:
* San Justino (texto ya citado)
* Orígenes (+ 254) : “Os han sido leídos diversos pasajes, que se pueden dividir en dos partes... Hemos oído leer lo que se refiere a Nabal del Carmelo y su conducta para con David (c.25); luego la historia de David, que se esconde en desierto de Zib (c.26); en tercer lugar, la narración de la huída de David a casa de Achis, rey de Geth (c.27); finalmente el célebre episodio de la mujer ventrílocua, que evoca la sombra de Samuel (c.28). Comentar los cuatro hechos sería tema demasiado vasto aun para los que están acostumbrados a la meditación de las Escrituras y requeriría no poco tiempo. Ruego, por tanto, al obispo que se digne indicarme el pasaje sobre el que desea entretenga vuestra atención. -Está bien, responde el obispo: explica el episodio de la mujer ventrílocua.”
(Hom. 1 in Re. / PG 12, 1011)
* Const. Apost. ( VIII, 5, 11; s.IV, Antioquía): 5 lecturas.
“Después de la lectura de la Ley, de los Profetas, de nuestras cartas, de lo Hechos y de los Evangelios, el obispo saludará a la Asamblea” (L.8, 5)
(Esto se mantuvo en Siria y Abisinia)
* La liturgia bizantina: al parecer 3 (lección profética, apostólica y evangélica) , según lo que se deduce de los escritos de san J. Crisóstomo.
* En Occidente: se hacían 3 lecturas. Así se ve en Roma y en Milán (San Ambrosio); en África (S.Agustín, Serm. 161); en España (Liber Comicus de Toledo); en Galia (Lecc. de Luxeuil).

Veamos más en detalle la liturgia romana:
- Código de Muratori: hablando del Pastor de Hermas dice que no debe leerse ni entre las lecturas proféticas, ni apostólicas ((Dz.62)
- Mediados del s.V: tendencia a reducir a dos las lecturas, en los días de feria y en algunas fiestas (A.T. y Evangelio)
- S. VIII-IX: la lección profética decae paulatinamente hasta desaparecer.
En el s.IX se comienza a llamar “Epístola” a la 1er. lectura; antes se la llamaba “Apóstol”. (“Postmodum dicitur Oratio, deinde sequitur ‘Apostolus’”- San Gregorio Magno)

“Un vestigio seguro de la triple lectura lo tenemos, en el Misal, en los dos cantos del Gradual y del All., los cuales en el contraste de su respectivo carácter musical, muestran evidencia que antes estuvieron separados por la segunda lectura, suprimida más tarde”. (Righ., T.II, p.200)

- Misas con más de dos lecciones: los días de Témporas y Semana Santa. No se trata de lecturas de la Misa, sino de las Vigilias primitivas. En efecto, el Oficio vigiliar tenía 12 lecciones, las cuales san Gregorio redujo a la mitad en los sábados de Témporas.
Como signo distintivo de esas lecturas tenemos el “Flectamus genua”; cuando se dice “Dominus vobiscum” se trata ya de la Misa propiamente dicha.


2- Materia de las lecturas

2.1. Evidentemente en primer lugar las Sagradas Escrituras.

“El Antiguo Testamento no se lee por razón de su contenido ni por ser un texto sagrado en general, sino por su carácter profético, o sea se lo considera principalmente desde el punto de vista de su cumplimiento en el Nuevo Testamento”. (Jung., p.507)

¿Cuál ha sido el criterio para elegir tal o cual lectura?

a)- El tenor de la fiesta o tiempo celebrado

* Respecto al Temporal:
+ En cuanto a las EPÍSTOLAS: se constata esa elección en el tiempo que va desde Adviento hasta Epifanía y desde Septuagésima hasta Pascua. También en las grandes fiestas como Ascensión y Pentecostés.
Pero, por otro lado, se aplicaba el sistema de la ‘lectio continua’, como veremos en el punto siguiente.
* Respecto al Santoral: Algún rasgo del santo titular donde se celebraba la Misa. Ej: “El miércoles después del segundo domingo, la estación se celebraba en el famoso santuario de Santa Cecilia, en el Transtévere. La lectura evangélica que se refiere a la indiscreta petición de la madre de los hijos del Zebedeo, alude a los dos hermanos Tiburcio y Valeriano, que, juntamente con Cecilia, bebieron después el cáliz del martirio. La lectura profética (Esth. c.13) reproduce la súplica de Ester al rey en favor de sus correligionarios, amenazados de muerte, y quiere significar la protección de Santa Cecilia sobre el pueblo romano.” ( Righ., T. II, p.224)

b)- Alguna tradición o detalle topográfico local.

-“En la iglesia de san Sixto, donde tiene lugar la estación del miércoles después del domingo tercero, nacía una fuente, en cuyas aguas se ejecutaba un rito pagano consistente en lavar la estatua de Cibeles, la madre de los dioses. Era por esta razón bastante frecuentada por los paganos; en tiempos posteriores, también por los cristianos, que se lavaban en aquellas aguas, atribuyéndoles una virtud especial de purificación interior y curación de enfermedades. Las dos lecturas de la Misa están relacionadas con estos hechos: la primera, tomada del ex. (20, 12-14), quiere disuadir de la participación en los ritos de los gentiles; la segunda enseña que es inútil lavarse las manos cuando el corazón está apegado a la maldad.”(idem, p.225)
- En el jueves de la 2a. semana de Cuar,. se lee en el evangelio la parábola del rico epulón , figura, según la interpretación de los Santos Padres, del pueblo judío, rechazado por Dios, mientras que el pobre Lázaro representa a los cristianos, llamados a las alegrías del seno de Abraham. Probablemente se escogió este pasaje porque la iglesia estacional del día, Santa María in Trnastevere, estaba en medio del barrio judío más poblado de la Roma antigua, el ‘ghetto’.
- El jueves después del primer domingo convoca a la misa estacional en San Lorenzo de Panisperna. Este extraño apelativo obedecía al hecho de que allí cerca había una tienda de comestibles, conocida con el nombre de ‘Panis perna’ (pan y jamón). Ahora bien: el texto evangélico narra la escena de la cananea, que alude varias veces al pan: ‘non est bonum sumere panem filiorum, et mittere canibus... Etiam, Domine, et catelli edunt de micis...’
- El evangelio del lunes después del primer domingo describe la escena del juicio final, con la separación entre buenos y malos, y la sanción de la justicia divina sobre unos y otros. La elección de este pasaje se debe a que la iglesia estacional, San Pedro in Vinculis, estaba situada delante del tribunal de Roma donde se administraba justicia.

2.2. Sin embargo, desde el s.II algunos otros escritos no bíblicos fueron admitidos en las reuniones litúrgicas, especialmente las Actas de los mártires. Por lo menos en África: en el III concilio de Cartago (a.397) se aprobó dicha práctica: “Liceat etiam legi passiones martyurm quorum anniversarii dies eorum celebrantur”. (can. 36) San Agustín parece haber sido contrario a tales lecturas. [1]
En Galia es probable que también se leyeran tales documentos. No en Roma, por dos razones:
- Se dudaba de su autenticidad: en gran parte porque Diocleciano había mandado quemar los archivos eclesiásticos
- Por no considerarse que fuera tan provechoso (Epist. del Papa Gelasio, 42, 4)[2]

2.3. Según Vandeur se leían también ciertas cartas de los obispos, llamadas ‘irénicas’ ( = paz) , porque buscaban consolidar la unión entre las iglesias. Lo mismo dice Croeg. cita las “Gesta” de san Ignacio, san Clemente, san Policarpo, san Cipriano, etc.
Y esta costumbre parece tener origen en las directivas de San Pablo respecto a sus propias Cartas. Cfr. 1 Tes. 5,27; Col. 4,16




3- Ordenamiento de las lecturas

3.1. En la Antiguedad: La Lectio continua
Se seguía el orden en que aparecía en los códices o libros, sin saltear pasajes; el obispo indicaba al lector cuando detenerse (San Ag., Ep. 29, 4; In Ep. Iohann. ad Parthos, prol.)
Este sistema perduró hasta el s.V, al menos en algunos lugares como en África y Ravena (San Pedro Cris.)
Al respecto: “En una investigación exhaustiva de los mencionados sistemas, el P. Albano Dold, OSB, ha podido reconstruir para el tiempo después de Pentecostés la siguiente distribución de epístolas, que atribuye al principio del siglo V: “...” ( Jung., p.512)


Croegaert dice respecto de las Epístolas, que la lectio continua se ha aplicado:
- para los cuatro domingos después de Epifanía (Rom., XII,1 a XIII, 10);
- para los domingos después de Pascua y Pentecostés
* Desde Pascua hasta el V Dom de Pent., las lecturas están sacadas de San Juan, San Pedro y san Judas.
* Desde el Dom.VI de Pent. al XXIV, se toman pasajes de las Epístolas de San Pablo, en el mismo orden que se hallan en la Vulgata: Romanos, 1 y II a los Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses.

Se puede ver el cuadro comparativo que traza entre nuestro Misal y dos manuscritos del s.VIII, el Capitulare de Wurzburgo y el Comes de Murbach. Esos documentos presentan el ordenamiento de lecturas del siglo anterior.
De ese estudio se deducen dos verdades fundamentales:
a- La Antigüedad e inmutabilidad de nuestra liturgia: hace 13 siglos que se vienen leyendo las mismas epístolas.
“La ley fundamental de la disciplina cultual de la Iglesia Romana, dice Dom Beaduin, es el mantener la tradición, el respeto religioso de la antigüedad; este instinto de la inmutabilidad la preserva del espíritu de novedad y la mantiene igual a sí misma , no porque condene sin más todo cambio y progreso, pero sabe ella que es más fácil innovar que mantener”.
“Uno se pregunta que habría ocurrido con nuestra liturgia si hubiera sido abandonada a los caprichos antitradicionales de tantos de nuestros contemporáneos animados de un celo más pío que ilustrado” (Esto escribía Croeg. en 1948 !)
b- La predilección por San Pablo: de las 135 lecturas diferentes, como Epístola, las fuentes son las siguientes:
- 25 de Isaías
- 22 de los Hechos
- 12 de las Epístolas de san Pedro
- 12 del Apocalipsis
- 106 de San Pablo


Vestigios en la liturgia actual:
1. Sinópticos: en el tiempo después de Epifanía (Cf. cuadro p. 203 de Righ.)
2. San Juan: Dom. Laetare hasta la octava de Pentecostés (salvo Pascua).[3]
3. Epístolas: dom. IV de Pascua hasta el Adviento.


3.2. Lecturas escogidas (suspensión momentánea de la ‘lectio continua’)

1. Si bien existía el principio de la ‘lectio continua’, desde el comienzo se buscó elegir lecturas apropiadas para la fiesta o tiempo celebrados. P.ej.: para Pascua y Pentecostés; posteriormente para Navidad, Epifanía, las ferias de Témporas; los días de escrutinio bautismal y los domingos de Cuaresma. (Cfr. al respecto los Sermones de san Agustín. Una lista de dichas perípocas se ve en Righ., T.II, p.204)
“Pero ante todo son las estaciones romanas, visitadas en este tiempo, con sus sepulcros de mártires y sus recuerdos locales, las que en muchos casos dan la clave para la comprensión de la elección de tal perícope. Para los evangelios de los domingos después de Pentecostés no se pueden recoger más que vagas sospechas. Con todo, se ve con claridad que en algunos de estos domingos la proximidad de la fiesta de un gran santo de la Iglesia romana ha determinado la perícope...” (Jung. p.514-515)
Ej: el dom.IV Post. Pent. se ha elegido el Ev. de la pesca milagrosa (Lc. 5, 1-11) por estar próxima la fiesta de San Pedro y San Pablo; el Dom. VIII p.P. el mayordomo sagaz (Lc. 16,1-9) por la fiesta de San Laurencio; el Dom. XVIII p.P. , la cura del paralítico (Mt. 9,1-8) por la fiesta de los santos Cosme y Damián.

2. Alguna tradición o detalle topográfico.

3. Para ello se colocaban notas marginales sobre el mismo códice bíblico del que se disponía. Esto es pues el futuro Leccionario, su esbozo. (No había un libro aparte para las lecturas).
Los Padres del s.III y IV nos hablan de ello. P, ej: San Basilio, Crisóstomo, Ambrosio (De Myst. l, 1) , Agustín , dicen que se leía el Génesis durante Cuaresma. En Semana Santa: Jonás y Job; en Pascua: el relato de la Resurrección; desde Pascua hasta Pentecostés: los Hechos de los Apóstoles. Muy probablemente los domingos ordinarios se leyera san Pablo.

“Todo esto viene a demostrar que hacia la mitad del s.IV en las iglesias más importantes debía existir una organización siquiera sumaria de la lectio” (Righ, t.II, p.205)


3. La “centonación”: es la combinación de diversos pasajes o versículos de la Sagrada Escritura, saltando el texto intermedio. P.ej: la epístola “Ecce sacerdos magnus”, del “Com. de Confesores Pont.” está compuesta de por lo menos diez trozos, unidos entre sí libremente., pertenecientes a Eccli. 44,16-27 y 45,3-20.




3.3. Los primeros Leccionarios

1. Genadio dice que un sacerdote de Marsella, llamado Museo había redactado hacia el año 450 una colección de textos bíblicos para cada fiesta del año. (De Vir.illustr., c.79)
Acerca de una obra similar nos habla Sidonio de Apolinar; la compilación había sido hecha por un tal Claudiano, en la misma época.
2. a)- El Comes de Tívoli: cerca de Roma, en la iglesia de Cornutum hallamos una lista de textos litúrgicos (‘comes’) del año 471 . Muy probablemente era el leccionario usado en Roma.
b)- Reordenamiento de las lecturas: Hacia mediados del s.V se alteró el núcleo primitivo de Adviento y Cuaresma:
* Adviento: el Papa Gelasio (+498) desplazó las lecturas de las Témporas de Diciembre a las Témporas de Cuaresma. Y en su lugar puso las de Isaías que condicen con la Navidad.
* Cuaresma: el Papa Hilario (+468) se ocupó de las Misas feriales, excepto jueves.
3. El Leccionario de Capua: aunque se trate de algo local es importante porque es el único conjunto ordenado de textos litúrgicos de antes de san Gregorio Magno.
Fue escrito en el 546 por Víctor, obispo de dicha ciudad.
Se trata de una lista numerada de 77 perícopas de las epístolas de San Pablo (No corresponde con el ordenamiento de nuestro Misal). Al margen de las páginas del códice se señala el principio del pasaje con un número que corresponde al de la lista, y el final con una cruceta (Desde el s.V los trozos bíblicos usados en liturgia se llaman CAPITULA) .
Se cree que se leían los domingos, fiestas y Misas cotidianas, según el sistema de ‘lectio continua’.
(Cfr. la lista en Righ., T.II, p.208-209)


3.4. San Gregorio
EL LECCIONARIO

1. El Leccionario fue la base de la reforma de San Gregorio respecto del Sacramentario Gelasiano (Cfr. Juan Diác., Vita S.Greg., II, 17)
2. Se conservan tres documentos que nos permiten conocer la obra de san Gregorio y lo que le siguió:
A)- El Capitulare de WURZBURGO
B)- El Comes de ALCUINO
C)- El Comes de MURBACH

a)- Wurzburgo: Se cree que es copia bastante exacta del Leccionario romano de fines del s.VI.
Es de carácter estrictamente romano.
b)- Alcuino: llamado “Comes Emendatus”, que fue redactado hacia el 782. (es ciertamente anterior al 790).
Se trata de del Lecc. romano con algunas variantes o agregados. (P.ej: Fiesta de todos los santos; san Martín)
c)- Murbach: también llamado “Capitulare de M.” Proviene de las Galias y es de fines del s.VIII. Sobre la base de elementos galicano-gelasianos se inserta el elemento gregoriano posterior.
En él encontramos ya un esbozo del sistema de lecturas de nuestro Misal. (Ver Cuadro Righ., T.II, p.212-213)





3.5. Edad Media hasta san Pío V

1. En realidad las variantes introducidas desde el s.X no son muchas. Las ha estudiado el cardenal Tommasi en documentos que van desde el s.X al s. XIV. (Ver las principales en Righ., T.II, p.211; 214-215)
2. San Pío V, en general, siguió el ordenamiento ya establecido en el s.IX, con algunas variantes introducidas posteriormente.



3.6. EL EVANGELARIO

1. San Gregorio dice expresamente en el Prólogo de sus 40 Homilías que éstas versan sobre los pasajes elegidos en el Año litúrgico. Pero los títulos varían según los códices, por lo que no es posible determinar con seguridad a qué fiesta o domingo corresponde cada sermón (y consecuentemente el pasaje comentado).
(Sin embargo ver lista de Beissel en Righ., T.II, p.216-217)

2. T. Klauser clasifica los Capitulares desde el s.VII al X en cuatro grupos:
1- Tipo II, romano puro, alrededor del 645.
2- Tipo A , romano puro, alrededor del 740.
3- Tipo E, romano puro, alrededor del 755.
4- Tipo D, romano-franco, alrededor del 750.

“Damos como muestra del tipo II y A la serie de evangelios del ciclo de Navidad hasta la primera domínica de Cuaresma, confrontándolos con el tipo propuesto por el cardenal Tommasi después de estudiar los evanglarios y misales escritos entre los siglos X y XV. en columnas aparte ofrecemos las concordancias con muestro misal (M) . Así podemos obtener un cuadro aproximado de la evolución del evangelario desde san Gregorio Magno hasta el concilio de Trento, época de su consolidación definitiva con el misal de Pío V (1570)” (Righ., T.II, p.218-220)






3. Veneración del Evangelario

*Antiguamente se lo consideraba símbolo de Cristo mismo. La Palabra proveniente de la boca de Dios ( ‘Verbum Dei’ ) Dios se hizo carne y se hizo Escritura.
San Juan Crisóstomo nos habla del temor reverencial hacia el Evangelio en su Hom. de statuis, PG, t.XLIX, col. 96)
* Muchas veces se lo decoraba con un lujo increíble.
* Para las fiestas más importantes de lo dejaba todo el día sobre el altar.
En el III Conc. ecuménico, en el de Trento y en el Vaticano 1, se lo colocó en un trono especial.
* Sobre los Evangelios se hacen los juramentos solemnes (gobernantes, juicios, etc.)
* Algunos cristianos, en los primeros siglos, llevaban los Ev. todo el tiempo consigo, (colgados o sobre el pecho)
* Es el único libro litúrgico que se inciensa, se besa y se signa.

4. Relación Epístola-Evangelio

4.1. Independencia Leccionario- Evangelario: como dijimos al comienzo el principio era la ‘lectio continua’; por tanto, Epístola y Evangelio seguían su propio camino, sin importar si había relación entre ellas, en un mismo domingo.
4.2. Relación directa: Pero a la vez se buscó desde muy temprano la unidad de sentido entre Epístola-Evangelio, según la fiesta.
a)- Esto se verificó primero en la Semana Santa, en Pentecostés y en Epifanía.
Ej: el texto profético de Isaías (c.60) en la Misa de Epifanía que habla del oro e incienso, regalos de los gentiles, obviamente es profecía de lo que narra el Evangelio.
b)- Se ve claramente en el Tiempo de Cuaresma. (al menos en lo que respecta a las tres primeras semanas). Antes de la reforma del s.VII (época de San Gregorio) se buscó la concordancia Epístola-Evangelio. Luego, en algunos casos, se insertaron nuevas lecturas sin preocuparse de ese acuerdo. En las tres primeras semanas de Cuaresma se ve que en 7 casos se buscó ese acuerdo; en 5 se abandonó ese principio. Entre los primeros: lunes y martes de la 1a. semana (el miérc., viern., y sáb. no,  por tratarse de Cuatro Témporas); el viern. y sàb. de la segunda semana; toda la 3a. semana, salvo el martes.

Si a veces no se ve claramente esa concordancia es porque se han eliminado algunos versículos, que dan la razón de la elección. Así por ej.: en el martes de la primera semana, la Epístola está tomada de Isaías, 55, 6-11; y el Evang., de Mt. 21,10-17. Ahora bien, a primera vista no parece haber relación entre ambas lecturas, pero si leemos unos versículos más de Isaías (56,7) dice: “...Los conduciré a mi santo monte, y los llenaré de gozo en mi Casa de oración”, que es justamente el pasaje al que se refiere NS en el Evangelio de Mt.: “Scriptum est: ‘Domus mea domus orationis vocabitur’”.

4.3. Según Righetti “Es un hecho que en tiempo de san Gregorio habíase olvidado, o por lo menos descuidado, el principio de la relación entre las dos lecturas” (p.225)
Esto hace que a veces no se vea la relación entre las dos lecturas porque se han alterado las lecturas o suprimido algunos versículos.

5. Títulos de Epístolas y Evangelios

5.1. a- Al comienzo se usaba tanto para Epístolas como para Evangelios el título “Lectio”.[4]
(NB: En el Oficio divino se sigue utilizando para los Evangelios)
b- Luego la Epístola se llamó Apóstol”. Y a partir del s.IX “Epístola”.
c- En cuanto al Evangelio: en el s.VIII-IX se comenzó a colocar el título “Sequentia...” Esto derivaría del sistema de “Lectio continua”, es decir, que se querría indicar que el pasaje leído es “Continuación...” del Evangelio leído anteriormente.
Algunos comentaristas medievales lo han explicado de otra manera: “Sequentia...”= la siguiente lección del Evangelio está tomada de San ...
La frase “In illo tempore” ya se usa en el s.VII (Lecc. Wurzb.)
5.2. Las Epístolas de San Pablo en general comienzan con “Fratres...”
- A ciertos discípulos “Carissime...”
Las Epístolas ‘católicas’ (San Pedro, Santiago, etc.): “Carissimi...”
5.3. “Lectio Libri Sapientiae”: es genérico; se aplica a todos los libros sapienciales y al Cantar.
5.4. En los trozos históricos del Nuevo y del Antiguo Testamento, encontramos : “In diebus illis”; y en los proféticos: “Haec dicit Dominus”.
Los textos epistolares llevan a veces como conclusión la frase “in Christo Iesu Domino nostro”, y los proféticos: “dicit Dominus noster o “dicit Dominus omnipotens”.

6. Ceremonial de lecturas



6.1. El lector
a)- Al comienzo tanto la lectura de la Epístola como del Evangelio correspondía al lector (en Oriente y Occidente)
Esto se ve claramente en la fórmula de ordenación del lector: “Eligunt te fratres tui, ut sis lector in domo Dei tui” (Gelasiano) El obispo dice que la función del lector es leer en la ‘casa de Dios’ sin distinguir entre Epístola y Evangelio.
En el Pontifical Romano: “Recibid este libro y sed desde ahora lectores de la Palabra divina. Si cumplís fiel y provechosamente vuestro oficio, tendréis parte un día en la recompensa de los apóstoles de la época primitiva”.
b)- Al parecer había varios lectores en cada iglesia y formaban una especie de ‘coetus liturgicus’ (agrupación litúrgica), con su director. Ello se deduce de ciertas Actas de los mártires, que hablan de un “primer lector” (“primicerius lectorum”)
c)- Edad: muchos eran adolescentes o simplemente niños . Se encuentran múltiples testimonios de ello desde el s.III en Italia y Africa (lectores de menos de 15 años).

6.2. ¿En que momento la lectura del Evangelio pasa a ser patrimonio exclusivo de los diáconos?
* En Oriente la primera alusión la tenemos en las Const. Ap. (a.380), L.2, 17; en Occid., en san Jerónimo (Ep. ad Sabin.)
* En Jerusalén y en Constantinopla era directamente el obispo.
* En otras partes eran los sacerdotes o diáconos (Sozomeno, Hist. eccl., VII, 19)
* En Roma: no existió norma fija hasta el concilio del 595. En él San Gregorio estableció que en adelante se reservaría a los diáconos el canto del Evangelio, y que los subdiáconos se encargarían de las demás lecturas. [5]
6.3. El canto de la Epístola como cosa propia del subdiácono quedó establecida por el decreto gregoriano. (Cf. OR 1, n.10)
Según Croeg. desde el s.IX se fue estableciendo la costumbre de reservar el canto de la Epíst. a los subdiáconos.[6] Y en el s.XIII, probablemente, se incorporó la tradición del Epistolario a la ordenación de los subdiáconos con las palabras: “Recibid este libro de las Epístolas con el poder de leerlas en la santa Iglesia de Dios por los vivos y difuntos. En el nombre del Padre...”

6.4. Lugar del canto:

1- Desde el comienzo existió un lugar más elevado en la iglesia para que todos pudiesen ver y escuchar bien al lector. Como dice el Pontifical en la Ordenación del lector: “Dum legitis, in alto loco ecclesiae stetis, ut ab omnibus audiamini et videamini”. De este lugar ya nos hablan documentos de los s.III-IV (San Cipriano, Epist. 38,2; Conc. de Laodicea, canon 15; Const. Apost. II, 57, 5)
Ese lugar pasó a conformar el AMBON propiamente dicho, es decir una especie de tribuna provista de barandillas y atril. Con frecuencia iba provisto de dos escaleras: una para subir y otra para bajar. (Cf. Leclerq, Ambo, DACL 1, 1330-1347)
2- Al comienzo, al menos en las grandes iglesias, había dos ambones: uno más simple en el lado Epístola y otro más decorado y elevado en el lado Evangelio.; o un ambón con dos secciones. (San Agust, Sermo 17, 1). ( NB: ‘ambón’ - de anabainein = ‘subir’- quiere decir en griego ‘montaña, lugar elevado’)
3- En Roma : el ambón tenía dos planos: el inferior para cantar la Epístola; el superior el Evangelio.
En Italia la posición del ambón para el Evangelio varía bastante:
* A la derecha de la nave central: Salerno, Ravello, san Marcos de Venecia, Palermo.
* A la izquierda, p.ej., en San Clemente de Terracina.
4- En algunas iglesias: dos ambones: uno a la izquierda para la Epístola, el otro para cantar el Evangelio.
El uso del ambón fue muy común hasta el s.XIII, especialmente en Italia. “Période de décadance liturgique, la Renaissance détruisit nombre de ces ambons antiques”.
5- Si no había ambón se leía “in plano”, desde el altar.

(Cf. Apéndice 1: “Lado Epístola, lado Evangelio”. Jung. p.527-533)


6.5. La ceremonia en sí:

1- EPISTOLA
a)- Al comienzo no había ceremonias especiales y el subdiácono se dirigía solo al ambón.
b)- * A partir del s.XII lo acompaña un acólito.
* Terminado el canto, el subd. se pone de rodillas frente al celebrante, le ofrece el libro; el cel. pone su mano sobre éste; el subd. le besa la mano y recibe luego la bendición.[7]
(NB: La presentación del libro tiene como fin dar un apoyo a la mano izquierda del cel. y dar así la bendición- Cf. Durando IV, 17).
La razón de esta ceremonia “puede ser que se encuentre en el Ordo de la iglesia de Letrán (mitad del s.XII) según el cual el subdiácono ofrece al obispo la epístola legendam ; sólo después de haber leído éste la epístola, el subdiácono le besa la mano. Posteriormente, el obispo lee al mismo tiempo que el subdiácono la epístola. El que, a pesar de todo, se conservara la ceremonia, habrá de relacionarse con la interpretación alegórica de la epístola de la predicación de los profetas y del Bautista; una ceremonia simbólica debía expresar el cumplimiento que recibe el Antiguo Testamento en Cristo, representado por el celebrante (Cf. Durando, 1 c.)” (Jung. p.534, nota 3)
* El ‘Deo gratias’: es de índole privada y no fue admitida hasta el Misal de San Pío V. Al parecer el obipo utilizaba esta fórmula para detener la lectura sagrada. Probablemente se tomó del Oficio divino.
“Qué podemos concebir de más grande en nuestro espíritu, pronunciar con nuestros labios, escribir con nuestra pluma que ‘Deo gratias’? Ninguna palabra más apropiada para decir, más alegre a escuchar, más grande a comprender, más fructuosa a practicar” (San Agustín).
(Ver Apéndice II: “Qué quiere decir propiamente el ‘Deo gratias’?- Jung. p. 536)


Jungmann señala la simplicidad de la ceremonia de canto de la Epístola: no hay ninguna oración preparatoria, ni bendición, ni procesión; y la melodía es más simple que la del Evangelio. “Es evidente que esta sobriedad es una sobriedad pretendida para hacer resaltar más la categoría del Evangelio, o, para ser más exactos, al enriquecerse más y más las ceremonias referentes al Evangelio, se mantuvo premeditadamente la primitiva sencillez en el ceremonial de la epístola. En la epístola tenemos, por lo tanto, la forma antigua de las lecciones. Concuerda con esto el que en parte se admita para su lectura un clérigo de órdenes menores. Asimismo es una costumbre antigua el que el coro escuche las lecciones sentado” (p.535)


2- EVANGELIO
En todas las liturgias tiene una gran solemnidad. A modo de ‘processus triumphalis’ (Cf. Apéndice: “Las honras tributadas al Evangelio”-  Jung., p.566)
a)- En la liturgia papal: se colocaba el Evangelio antes de comenzar la Misa sobre el altar. Solo el altar era lugar adecuado para él; del altar lo tomaba el diácono como de las manos de Cristo mismo.[8]
Por eso hoy día el diácono lo coloca sobre el altar.
b)- El ‘Munda cor’: se comienza a rezar desde el s.XI (Jung.) o s.XIII.(Righ.) Aunque hasta el s.XVI no fue costumbre universal.
Respecto a la oración ver Isaías 6,5-7
* El ‘Iube domne benedicere’: con esta fórmula el lector pedía en los conventos romanos del s.VII la bendición de la mesa. ( Juan Archicantor, De convivio). “Iube= dignare= se digne. Es una fórmula de cortesía, nacida del pensamiento de que los grandes señores no obran por sí mismos, sino por sus criados; la palabra domnus se emplea para distinguir los señores de esta tierra del Dominus celestial” (Jung., p.576, nota 94)
* La bendición es de origen galicano (s.IX)
* En el antiguo ceremonial de la Curia romana el diácono pedía permiso para ejercer su función besando los pies (costumbre bizantina) o mano del Papa. ( cf. Ordo de San Amando) [9]
c)- El incienso y los cirios son signos de honor usados para el Evangelio desde el s.V.
Pero la incensación como tal del libro es del s.XIII. (Inoc.III no la nombra; el primer testimonio lo encontramos en Sicardo de Cremona +1255)
(También existió una incensación después de la lectura)
d)- La postura del diácono:
* Al principio: estando en el ambón miraba hacia el sur, lugar donde normalmente se ubicaban los hombres.
* s.IX-X: Se introduce en las Galias la costumbre de mirar hacia el Norte, por razones simbólicas: el Norte es la región de la oscuridad y por lo tanto, del demonio; Cristo disipa las tinieblas...
“El levita que va a pronunciar las palabras del Evangelio, se vuelve mirando al norte, a fin de mostrar que la Palabra de Dios y el mensaje del Espíritu Santo se dirigen contra aquel que es siempre enemigo del Espíritu Santo, y no tiene nada común con él. En efecto, como el austro que es un viento cálido, soplando apaciblemente simboliza el Espíritu Santo que enciende de amor los corazones que toca, así el aquilón que es riguroso y frío representa el diablo que, apagando toda caridad y dilección, embota y enfría el corazón de aquellos que posee”. [10]
(Pseudo-Alcuino, De Div. off., 40) (Cf. Inoc.III, II, 43)
Algunos protestaron contra esa innovación por considerarla forzada. Así el Micrólogo (9) dice que es “certissime contra ordinem et inhonesta”.

Por eso hoy día no solo el diácono canta mirando hacia la pared (en principio, hacia el norte) y de espaldas a los fieles; sino que también el sacerdote coloca el Misal no totalmente perpendicular al altar, sino un tanto vuelto hacia “el norte”. (Recordemos que los templos se construían siempre orientados)

“Por el sitio que se asigna actualmente a la lectura de la epístola y el evangelio en la misa romana, se deja traslucir que no se cuenta con que el pueblo entienda lo que se lee. Desde hace mil años la lección se ha convertido para el pueblo creyente en un mero símbolo: el subdiácono lee la epístola vuelto al altar y dando la espalda al pueblo y el diácono al cantar el evangelio mira hacia la pared. Es verdad que las rúbricas mandan que el evangelio se cante ‘versus populum’, pero añade: ‘contra altare’. Como estas dos normas parecen pugnar entre sí, los rubricistas dan como solución aquella norma que se encuentra en el ‘Caeremoniale episcoporum’, según la cual el diácono ha de mirar hacia aquella dirección que en las iglesias orientadas corresponde al lado norte, o remiten sencillamente a las costumbres locales, que difieren bastante entre sí” (Jung., p.526)


e)- La postura de los fieles:
* Al comienzo se mandaba hacer silencio.(Hasta el s.VII-VIII). La liturgia romana no conserva dicha práctica pero sí las demás liturgias (las fórmulas empleadas son semejantes).
* De pie: ya nos hablan de ello las Const. Ap. (II, 57,8 ) y el Lib. Pont. cita un decreto del Papa Anastasio (398-402).
El OR II (s.IX) manda que se dejen los báculos y los sombreros. (Los reyes deponer sus coronas). [11]
Desde el 800 hasta el s.XIII se usaban bastones para apoyarse (no existían bancos en las iglesias)
Los griegos acostumbraban dar explícitamente la orden de ponerse de pie ( y tal vez era así en todas partes).
A veces se indicaba el escuchar de pie, pero inclinado.[12]

f)- Saludos y respuestas:
* ‘Dominus vob.’: costumbre galicana; en Roma no se dice hasta el s.XI.
* ‘Sequentia....’: aparece por primera vez en el s.VIII (Sacram. de Montecasino). Probablemente deriva de la ‘lectio continua’.
El persignarse: sobre la frente y el pecho: es la forma más antigua, de origen franco-germánico (OR II,9). Sobre la boca es un poco posterior ( se habla de ella a partir del s.XI) [13]

El signar el libro es del s.XIII.

* ‘Gloria tibi D.’: rito galicano, se decía mientras se hacía la procesión con el Evangelio.
* ‘Laus tibi Christe’: en el rito romano se comenzó a constestar así sólo a fines de la Edad Media, por eso antes lo dice el acólito (no los fieles).
* El beso del Evangelio: la fórmula “Per Evangelica dicta...” fue introducida en el Misal de San Pío V.
Antes, en general, se decía: “Per istos sermones S. Evangelii Filii sui D.N.I. C. indulgeat nobis domnus omnia peccata nostra”.
Según el OR 1, n. 11, el subd. daba a besar el Ev. también a los ministros. Lo llevaba sobre el pecho, con las manos cubiertas por la planeta. Luego lo cerraba en su estuche.
Luego se dará a besar a todos los clérigos presentes, e incluso, a los fieles (con el libro cerrado). Dice Honorio de Autun (s.XII) que ello se hacía mientras se cantaba el Credo.
g)- La incensación del celebrante:
* En el rito galicano en este momento se le presentaba el turíbulo y el cel. aspiraba su perfume.
* Y aun en la época de Inocencio III se practicaba así: “Evangelio perfecto, liber et thuribulum ad episcopum reportatur... Episcopus ergo thus odorat et thuribulum osculatur” (De alt. myst., II, 48)
* En el OR II , n.9, (s.X) se habla de presentar incienso frente al cel., al pueblo y al altar.[14]

 


III- SIMBOLISMO

“Es en la liturgia que yo aprendí a conocer a San Pablo y los Evangelios”. (Dom C. Marmion, Carta 9-V-1917)
“Fiat mihi secundum Verbum tuum, et Verbum caro factum est” (San Agustín)

1. Lo que sigue son consideraciones de Jean Hani, en su libro “La Divine liturgie”, cap.VI: “Liturgie de la Parole”


LITURGIA DE LA PALABRA

1. Nos parece que es correcto el análisis que realiza J.Hani, acerca de la expresión “Liturgia de la Palabra”. Los modernistas la pueden utilizar mal, siguiendo a los protestantes, al equiparar la presencia real física de Cristo en la Eucaristía con la presencia espiritual en su Palabra. Pero por otro lado, hay algunos que empobrecen la realidad de la presencia real de Cristo en su Palabra. Se han olvidado, tal vez por temor de contagio de herejía, cuál era al respecto el sentir de los Padres de la Iglesia.
La Palabra sustancial de Dios es el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ahora bien, en el seno de la Santísima Trinidad, el Verbo expresa acabadamente al Padre; fuera de la Trinidad, la S.E. nos da a conocer los misterios de Dios. La Palabra de Dios se hizo carne; pero la Palabra se hizo también “letra”...no letra muerta, sino vivificante...

Tal vez pueda parecer exagerada esta asimilación, este paralelo que establecemos. Pero son los mismos Padres de la Iglesia quienes comparan la S.E. con la Santísima Eucaristía; ellos nos dicen que Cristo está presente en ambas; que ambas alimentan nuestro espíritu, y que ambas merecen un máximo de respeto.
San Ignacio de Antioquía decía que el Evangelio era su refugio “como la carne de Jesús” (Ad Phil. 5,1)
Orígenes: “El pan del cual Cristo dice que es su cuerpo, es la Palabra que alimenta nuestras almas” (In Mat. hom. 35)
Tertuliano: “La Palabra de vida es como la carne del Hijo de Dios” (De resurrect. 37)
San Agustín: “Non minus est verbum Dei, quem Corpus Christi. Non minus ergo reus erit, qui Verbum Dei perperam audierit, quam qui Corpus Christi, in terram cadere sua negligentia praesumpserit”
(Cfr. el Sermón de Bossuet sobre la Palabra divina, predicado a carmelitas el 13 de marzo de 1661)

Kempis dice en su obra inmortal: “Porque yo siento que dos son las cosas que principalmente necesito en esta vida, sin las cuales no podría soportar sus miserias. Preso en el obscuro calabozo del cuerpo, dos cosas declaro que necesito: alimento y luz.
Me diste tu cuerpo sagrado, como alimento del alma y del cuerpo, para sostener mi debilidad, y pusiste ‘tus palabras como antorcha para mis pasos’ (sal. 118,115). Sin estas dos cosas no podría vivir: porque la Palabra de Dios es la luz de mi alma; la Eucaristía, el pan de vida.
Puede afirmarse que estas dos cosas son como dos mesas puestas a ambos lados de la tesorería de la santa Iglesia: la una es la mesa del sagrario...La otra es la mesa de la ley de Dios, sobre la cual están los libros santos que contienen la doctrina santa, que nos enseñan la religión verdadera, y rectamente nos guían al misterioso santo de los santos cubierto por un velo.
Gracias te damos, Jesús, Señor mío, porque nos serviste la mesa de tu santa doctrina por ministerio de los profetas, apóstoles y demás maestros...” (Trat. IV, cap. 11)
2. Por otro lado, Hani señala en apoyo de su postura un pasaje de San Pablo, en el cual el apóstol dice que ha recibido la gracia de “ser ministro (“liturgon”) de Cristo entre la naciones, celebrando (“hierugunta”) el Evangelio de Dios, a fin de que las ofrendas (“prosphora”) de las naciones sean agradables, santificadas por el Espíritu Santo” (Rom. 15, 16). “Hemos indicado en griego (y no en el latín de la Vulgata, que no es exacto) los tres términos importantes; san Pablo es el “liturgo” de Cristo: el término “liturgos” se aplica siempre en el griego del NT., al ministro en su función cultual; ello se confirma por la palabra “hierurgunta”; el verbo “hierurgin” designa un acto de culto, la realización de una acción sagrada (“hieron- ergon”); finalmente, el tercer término, “prosphora”, es el mismo que designa en la Misa el Ofertorio y los Dones Santos. De manera tal que todo el pasaje nos ubica en el contexto de la Divina Liturgia y las mismas palabras que sirven para designar la oblación y la función sacerdotal en el Sacrificio. están empleadas aquí para definir el ministerio de la palabra, el anuncio del Evangelio, que se integra de esa manera, por la terminología misma, a la liturgia del Sacrificio.” (p.144)


“En su sacramento el Hombre-Dios no es solamente la vida sino también el camino y la verdad (Jn. 14,6); allí solamente donde mana la fuente del sacrificio eucarístico brilla también , pura y sin mezcla la verdad de Jesucristo. El altar de la gracia la cátedra de la verdad están íntimamente ligadas una a la otra; la casa de Dios comprende a las dos, el sacerdote que ofrece el sacrifico anuncia también la doctrina celeste. La Iglesia tiene, pues, razón, al unir la lectura de las profecías y del Evangelio a la celebración de la santa Misa, que es llamada el misterio de fe por excelencia, ‘mysterium fidei’. La predicación precede al sacrificio, porque el conocimiento es el comienzo de la salvación. La palabra viviente de Dios es la semilla de donde surge la vida imperecedera de la fe, que se consuma en la gracia y la gloria.” (Ghir, T. II, p.130)

LA LECTURA, ACTO LITÚRGICO

Otra observación interesante que hace el autor es la necesidad de que la lectura de la S.E. se haga en el marco de la liturgia. Por un lado, porque los Evangelios fueron redactados con ese fin: ser leídos a la comunidad (“ecclesia”) cuando ésta se reúne para celebrar los sagrados misterios (“synaxis”).
Por otro lado, por la importancia de la proclamación oral de la S.E., ya que san Pablo dice que la fe tiene su raíz en el escuchar el mensaje evangélico (Rom. 10, 17; 1 Tes. 2, 13)
Para ilustrar lo dicho recurre a la celebración de los “misterios” paganos. “Se ha visto que la característica de esos cultos es hacer participar al fiel, el “myste”, al destino del dios por intermedio de ritos que se clasifican en tres categorías: las acciones litúrgicas (“dromena”); las ostensiones (“dinymena”) de objetos sagrados, y los dichos (“legomena”). Esta última clase de rito consiste en revelar al fiel la historia del dios, que es historia de salvación. Se trata pues exactamente de lo que nosotros llamamos “liturgia de la palabra”. Ahora bien, en todos esos cultos, la transmisión de la historia del dios es la transmisión oral de un secreto, el secreto de salud (“sotiria”), y esa transmisión se hace de boca a oreja; el sacerdote “transmite” (“paradidosi”) y el fiel “recibe” (“paralamvani”)” (p.148)

Por otro lado, el autor recurre a los Estudios del P.Jousse: “Lo bien fundamentado de esta comunicación oral de la Palabra de Dios ha sido demostrado por las investigaciones del R.P. Jousse sobre la antropología de la palabra y del gesto, que han abierto un nuevo camino para la comprensión de la Escritura.[15]
Este sabio ha recordado que el término que designa una cosa, puede ser la cosa misma, porque el término mismo es algo básicamente concreto. Ello es especialmente verdadero respecto de las lenguas de las sociedades tradicionales, como la de los antiguos hebreos, en la que el término y el nombre (hebr. “shem”) son sinónimos de esencia, de naturaleza, de un ser o de un objeto. La palabra es fundamentalmente una articulación proyectada hacia afuera por el aliento (soplo) y recibido por la oreja. El órgano de la articulación es la boca del que habla; ahora bien, la boca, que es el órgano de la palabra, es también el instrumento de la manducación. El P. Jousse podría, a propósito de ello, señalar un pasaje de Platón que había ya señalado, sorprendentemente, el rol ambivalente de la boca: “Es en virtud, a la vez, de la necesidad y de los mejor, que nuestros creadores la han provisto de dientes, de lengua y de labios, tal como está dispuesta hoy día. Y han dispuesto en forma conjunta la entrada de los alimentos, en el orden de la necesidad, y la salida de las palabras, en el orden de lo mejor. En efecto, es necesario todo lo que penetra por la boca para brindar al cuerpo su alimento; y por otra parte, la fuente de las palabras, que mana hacia afuera para servir al espíritu, es, de todas las fuentes, la mejor y la más bella” (Timeo, 75 D.E.)
La palabra, prosigue el P.Jousse, es incorporada (y hay que dar a este término toda la fuerza que le viene de la etimología y que significa “hacer entrar, penetrar en el cuerpo”), es incorporada por los huesos y el tímpano del que escucha; pero, además, es incorporada por la boca, porque el hombre es, por naturaleza, un ‘mimo’, y repite, con microgestos, los gestos bucales visibles del que habla. Así, la palabra, vibración significante, es enviada desde el cuerpo del que habla y deviene una parte del cuerpo del que escucha, y ello por la audición y la imitación (“mimage”). Sobre este proceso psico-somático que se basa la enseñanza en las sociedades tradicionales y, en particular, en el medio palestino que era el de Cristo. La ‘buccalisation’, como la llama el P.Jousse, es el gesto humano elegido por Dios para su enseñanza. Ahora bien, ‘buccaliser’ es a la vez, hablar, recitar y comer, como ya se ha dicho. Además, en ese mismo medio palestino, el maestro daba sus lecciones en base una ritmo-melodía que facilitaba la asimilación en el discípulo, y con sus gestos, una mímica apropiada, de manera tal que se recibía la enseñanza también por vía visual. Por la irradiación de esta melodía y de esa mímica, el maestro, literalmente, ‘se encarnaba’ en su discípulo. La enseñanza penetraba en él profundamente, en su ser psico-somático, por un fenómeno de ‘intussusception’ (del latín ‘suscipere’, ‘recibir’, ‘tomar’; ‘intus’: ‘en el interior’, ‘en la intimidad’) En este tipo de enseñanza, el discípulo recrea la lección del maestro, la ‘repite como un eco’ (en griego ‘catecho’, de donde viene, justamente el término ‘catecismo’); es lo que los judíos llamaban la ‘mishna’. Se aprendía de esta manera la Torá: se ‘repetía como eco’ la Palabra de Dios, y tal era la práctica de la liturgia de la sinagoga; es la función normal de la distribución de la palabra, ya que la sinagoga es considerada como una réplica del Sinaí. Tal es también la concepción fundamental del culto cristiano.
Lo que es más característico de esta ‘intussuception’ de la palabra, es lo que el P. Jousse llama la ‘manducation de la parole’: se llevan las palabras del maestro a la boca y se las ingiere. Así, hablando Dios a Ezequiel, le dice: ‘Hijo de hombre, como lo que tienes delante; come, come este rollo; y anda luego y habla a la casa de Israel. Abrí, pues, mi boca, y dióme de comer aquel rollo. Y me dijo: ‘ Hijo de hombre, con este rollo que te doy, alimentarás tu vientre y llenarás tu vientre’. Y yo lo comí, y era en mi boca dulce como miel.” (Ezeq. 3, 1-3)[16]
Se encuentra un pasaje similar en Apoc. 10, 8-9.
Todo aquel que enseña, dice el P. Jousse, en cierta medida, se da a comer; la verdadera pedagogía consiste en encarnar todo el ser del maestro en el discípulo. Jesús, que es el Todopoderoso, ha realizado ello de manera perfecta en la Cena. ‘La Cena, dice el P. Jousse, es indisolublemente la intussusception bucal, oral, de la carne y de la sangre del Maestro y la intussusception bocal y oral del ‘catecismo ritmado’ de ese maestro. Se trata de la Cena y del Discurso después de la Cena’. Esta frase del P.Jousse, luego del resumen de su antropología que acabamos de hacer, muestra bien como la Iglesia, siguiendo a Cristo y los apóstoles, concibe el corazón de su enseñanza, la proclamación solemne de la Escritura, de la Palabra de Dios. Notemos, de paso, que contribuye a esta solemnidad una ritmo-melodía que tiene también por fin, como ya se ha dicho, facilitar la penetración íntima, la encarnación, la ‘intussusception’ de la Palabra en el ser psico-somático del fiel. Esta ‘ritmo-melodía’ es heredada del uso hebraico: en el rito latino reducida a una forma muy simple; pero que conservó toda su riqueza y eficacia en los ritos orientales.” (p. 149-150)



2. EL ‘MUNDA COR MEUM’

“En los escritos de los Santos Padres se encuentra constantemente este pensamiento: el alma debe recibir la palabra de Dios con una pureza tan grande como lo exige el recibir la santa Eucaristía. El sol no se refleja sino en una fuente limpia: de la misma manera, la luz de la verdad eterna no se refleja, perfecta y sin obstáculo, sino en un corazón puro. ‘La sabiduría no entra en un alma manchada y no habita en un cuerpo sometido al pecado’. (Sab.1,4) Pero ,¡ qué difícil es recorrer los caminos de este mundo sin mancharse con su lodo! El corazón no contrae solamente la impureza del pecado; también lo arrastran las pasiones, las distracciones, las inclinaciones terrenas, las ataduras del mundo. Por ello el sacerdote ruega a Dios que purifique su corazón, porque sólo un corazón inmaculado es un vaso digno de la verdad y de la sabiduría divina.” (Ghir, T.II, p.171)


3. SUPERIORIDAD DEL EVANGELIO

Evidentemente no se puede decir que los libros del Antiguo Testamento sean menos divinos, en cuanto a su inspiración, en cuanto a su origen, que los del Nuevo. Pero sí se da una cierta jerarquía como lo explican los autores. Y la liturgia utiliza muchas veces los pasajes del Antiguo Testamento en cuanto son figura o profecía del Nuevo.

“Todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento tienen el mismo carácter divino la misma autoridad y la misma dignidad; porque tienen a Dios por autor... Sin embargo, bajo otro aspecto, se puede y se debe establecer una variedad de rango entre las diferentes partes de la Biblia. Las verdades que el Espíritu Santo nos comunica por intermedio de escritores inspirados pueden ser más o menos importantes; la manera en que aquellas nos son manifestadas puede ser más o menos perfecta. Bajo ese punto de vista, el Nuevo Testamento sobrepasa al Antiguo, y, en el Nuevo, los Evangelios son más importantes que las Actas de los Apóstoles, las Cartas Apostólicas y el Apocalipsis. En la obra bienhechora de la revelación reina un progreso constante. Los fundamentos puestos en la antigua alianza encuentran su perfección y coronamiento en Jesucristo y los apóstoles. El Nuevo Testamento explica, devela, realiza, consuma el Antiguo. La última palabra, el complemento de la revelación, es que Dios no ha hablado sólo por los profetas y los apóstoles, sino incluso por Jesucristo, su Unigénito (Hebr.1)...” ( Ghir, T.II, p.135)

“Un gran número de epístolas son sacadas del Antiguo Testamento, y ello por varios motivos. Todo el Antiguo Testamento es un testimonio divino respecto de Jesucristo y su reino; todo en él es profecía y se refiere al Salvador y su Iglesia, sea en términos explícitos, sea en figuras, sea en personas, hechos o usos simbólicos.
Ahora bien, la Iglesia se complace en interpretar, en su liturgia, el Antiguo Testamento y su historia en sentido figurado. Cuando encuentra una profecía clara y notable, o la promesa de un misterio cumplido bajo la misma ley, la introduce como Epístola de la misa, para que sirva como ilustración y complemento del Evangelio.” (Ghir, T.II, p.136-137)

“Aunque no se imponga como una necesidad ineludible, lo cierto es que, como si fuera una ley universal a todas las liturgias, la última lección se forma con una perícope de los santos Evangelios. Evidentemente, con ello se trata de guardar cierto orden jerárquico , quedando fuera de duda que a los Evangelios corresponde el sitio más honorífico, que es al final de las demás lecciones. Con esto, al mismo tiempo se le sitúa más cerca de la misa sacrificial. Sólo en los Evangelios se contiene la Buena Nueva, cumplimiento del pasado y orientación para el futuro. El Señor había enviado delante de sí a los profetas, al Precursor y a sus apóstoles (Lc. 10,1); del mismo modo, la lección del Antiguo Testamento y la epístola han de proceder al Evangelio “ (Jung., p.562) (Cf. Remigio de Auxerre, Expositio; Amalario, De eccl. off., III, 11; Durando, IV, 16, 2ss.)[17]


¿Qué significa persignarse al inicio del Evangelio?

El persignarse:
- la frente: significa que no se ruboriza de la doctrina del Evangelio. Y para impetrar que las enseñanzas evangélicas iluminen su inteligencia y se graben en su memoria.
- sobre la boca: dispuesto a confesar el Evangelio
- sobre el pecho: para manifestar que esas palabras son el tesoro del corazón cristiano.

“El sentido primitivo de este santiguarse de los fieles lo encontramos en el texto a que aluden los autores cuando mencionan las cruces: ahuyentar al enemigo malo, empeñado en robarnos la semilla de la palabra de Dios arrancándola de nuestro corazón. (Lc. 8,12)Así se explica perfectamente la repetición de la cruz al final de la lectura, que es casi de la misma época que la de antes de la lección. Esta cruz al principio de la lectura, la única que se nos ha conservado aun reforzada, se interpretó al principio de modo idéntico; conforme lo indica la palabra de que se deriva, es una santificación de sí mismo.[18] Más tarde se tiene empeño en darle aun otra interpretación, expresando la prontitud para confesar la fe, según aquello de san Pablo: “No me avergüenzo del Evangelio”. (Rom. 1,16) El mismo sentido tienen las otras cruces sobre la boca y el pecho y la del libro: estamos dispuestos a defender con la frente alta la fe que Cristo nos ha enseñado, y que está escrita en este libro, confesándola con la boca y guardándola fielmente en el corazón” (Jung., p.574-575)


¿Lecturas en latín o en lengua vulgar?

1- El problema tiene dos tiempos:
- ¿Hay que leer los textos sagrados en la lengua que comprendan los fieles?
- ¿Es necesario leer antes el texto latino?

a)- Desde la Antigüedad se han empleado en la sagrada liturgia traducciones que permitiesen a los fieles comprender lo leído. P.ej: en Jerusalén, a fines del s.IV se hacían las lecciones en griego y en sirio, tal como nos narra la peregrina Eteria. (c.47). Incluso había personas encargadas de hacer las traducciones de lecturas y homilías: Cf. San Epifanio, Expositio fid. c.21; Eucologio de Serapión (XI, 4); Eusebio dice que el mártir Procopio (+303) había servido a la Iglesia como lector y como traductor del griego al arameo.

b)- Ya antes del Concilio Vaticano II se leían traducciones, e incluso suprimiendo la lectura del texto latino (en cuanto a la Epístola). Veamos que decía el “Directorio Litúrgico-Pastoral” del Episcopado Argentino, del año 1958:
“- La lectura del Evangelio en lengua vulgar deberá hacerla normalmente el Celebrante después de leerla en latín, y donde fuera posible, o por lo menos en algunas oportunidades más solemnes convendría que la Epístola fuera proclamada por un lector especial distinto al Guía” ( Normas Gen. no.46)
“ Lecturas bíblicas
Epístola
El guía invita a sentarse
El celebrante lee el anuncio de la Epístola en voz alta e inmediatamente el guía o un lector, lee su traducción.
Los acólitos responden ‘Deo gratias’ al final de la Ep.
El celebrante lee el Gradual, etc.... después que el guía ha concluído la traducción de la Ep.
Evangelio
El guía invita a ponerse de pie.
La Asamblea responde al ‘Dom vob.’ y ‘Sequentia...’, del celebrante haciendo la triple señal de la cruz, al mismo tiempo que él.
El celebrante A)- Lee el texto latino y vuelto hacia la Asamblea lee la traducción del mismo.
B)- Lee el anuncio del Evangelio y a continuación el guía lee su traducción...” (Normas práct. II) (NB: las abreviaciones son nuestras).


2- Como bien dice Jungmann: “Esto, sin embargo, no quiere decir que se haya de considerar la lectura exclusivamente desde el punto de vista utilitarista, como medio de enseñanza religiosa. Nunca se limitó a ese fin. Por esto, las lecciones no se leen solamente sino que se recitan, y la recitación pronto se sujeta a ciertas leyes, muy semejantes a las que conocimos al tratar de las oraciones sacerdotales. El lector no debe expresar en el texto sagrado sus propios afectos, sino presentarlo a la comunidad con toda objetividad, como sobre una bandeja de oro...” (p.522)
De manera similar Ghir: “Las lecciones del Santo Evangelio, en la Misa no sirven solamente para instrucción y edificación; son un acto de culto por el cual se rinde una honra religiosa a la palabra y a la verdad de Dios, y por consiguiente a Dios mismo, presente en su palabra como el maestro que nos instruye. Ello explica las ceremonias tan expresivas que acompañan la lectura del Evangelio. Después del cuerpo y sangre de Jesucristo, en el sacramento eucarístico y la gracia del Espíritu Santo, la Iglesia no estima ni venera tanto otra cosa como la palabra de Dios en la Sagrada Escritura. Se tributan al Evangelio los mismos honores que a la Eucaristía: cuando se lo lleva solemnemente, es acompañado de cirios e incienso” (T.II, p.170)

Según esto, la cuestión de la comprensión pasa a un segundo plano, y prevalece la sacralidad de la lengua, conforme a la solemnidad de la proclamación de la Palabra divina.

“Las palabras de los apóstoles y los relatos evangélicos, cada vez que se lean, son anunciadas por la Iglesia como un mensaje nuevo, destinado en este día determinado a tal comunidad en concreto. Se han de considerar enteramente como cosa actual, como portadores de una invitación personal de la gracia, que Dios por medio de la Iglesia dirige en este día a nosotros...” (Jung. p.509)


[1] “Vos ipsi prius nolite scandalum mittere ecclesiam, legendo in populis scripturas quas canon ecclesiasticus non recipit” ( Ep. 64, 3)
[2] Sin embargo, Jungmann dice: “Para la liturgia de la ciudad de Roma del siglo V existe un testimonio de la lectura cotidiana de las actas de mártires en la función religiosa (‘in ecclesia’) en Arnobio el Joven, In Ps. 108. No consta que se trate de la Misa”. (p.504, nota 1)
[3] “También en Oriente es antigua tradición leer durante los cincuenta días después de Pascua de Resurrección el Evangelio de San Juan. En la liturgia bizantina se lee aun en la actualidad con gran solemnidad el prólogo de san Juan el domingo de Resurrección; luego se continúa la lección de San Juan”. (Jung., p.511, nota 32)
[4] “Lectio dicitur, quia non cantatur ut psalmus el hymnus, sed legitur tantum. Illic enim modulatio, hic sola pronuntiatio quaeritur” (San Isidoro, Etym., VI, 19, n.9)
[5] “Qua de re praesenti decreto constituto ut in sed hac sacri altaris ministri (los diáconos) cantare non debeant, solumque evangelicae lectiones officium inter missarum solemnia exsolvant. Psalmos vero et reliquas lectiones censero per subdiacono, vel, si necessitas exigit, per minores ordines exhiberi” (cn.1; Mansi, Conc. X, 434)
[6] Amalario, en el s.IX, se extrañaba de que en la iglesia de Metz fuera costumbre el que el subdiácono cantase la Epístola, ya que no estaba habilitado para ello ni por su ordenación ni por el derecho eclesiástico (l. 2, c.11). Lo mismo dice el Micrólogo (c.8)
[7] En las rúbricas anteriores se mandaba que el sacerdote leyera la Epístola mientras el subdiácono la cantaba. No era así en la antigüedad. Cf. sobre este punto: Lebrun, p.160-161)
[8] “El depositar sobre el altar el libro de los evangelios al principio de la misa fue costumbre en muchos sitios durante la Edad Media...Una reminiscencia de la anterior costumbre la tenemos en la ceremonia de colocar el diácono en la actual misa solemne el libro de los Evangelios encima del altar después de la epístola. En el misal de Pío V (Rit. serv., VI, 5) se ha prescindido de la ceremonia antigua seguramente porque el Evangelio está también en el misal, que desde el principio se encuentra encima del altar” (Jung., p.565, nota 16)
[9] Por el Ordo Missae de Bucardo (1502) el ‘Munda cor’ con petición de la bendición y la bendición misma, tal como la usamos hoy, ha pasado a la misa privada.
Antes el sacerdote se contentaba con rezar una breve oración. P.ej: “Dominus sit in ore meo...”; o el vers. 17 del salmo 50, etc.
[10] Verba Evangelii levita pronuntiarus, contra septentrionem faciem vertit, ut ostendat verbum Dei et annuntiationem Spiritus sancti contra eum dirigi, qui semper Spiritui sancto contrarius existit et in nullo ei communicat...Sicut enim per austrum qui ventus est calidus et leniter flat, Spiritus sanctus designatur, qui corda quae tangit, ad amorem dilectionis inflammat: ita et per aquilonem, qui durus et frigidus est, diabolus intelligitur, qui eos quos possidet, ab amore charitatis atque dilectionis torpentes et frigidos reddit”.
[11] Los caballeros deponían sus armas, se quitaban la capa y los guantes. En algunos sitios ponían la mano sobre la empuñadura o desenvainaban la espada expresando así su voluntad de defender hasta la muerte el santo Evangelio.
[12] Juan Beleth: “erecti...aut capite inclinato” (Explicatio, c.39); Amalario, De eccl.off., III, 18)
[13] Inoc.III, De s. alt. myst., II, 43; Durando, IV, 24, 27
[14] “Thuribula per altaria portantur et postea ad nares hominum feruntur et per manun fumus ad os trahitur”.
En el OR V, que es también del s.X, dice: “Acolythorum autem gestantium incensoria unus pergat ad altare incensionem exhibere circa illud, necnon et episcopo ac presbyteris atque diaconibus cunctoque clero, alius vero pergat ad populum” (n.7)
[15] En nuestro país, el P. Castellani ha difundido ampliamente los trabajos del P. Jousse. Ver, p.ej., la introducción a su “El Evangelio de Jesucristo”.
[16] Cfr. Ps. 118
[17] “Instructio populi fidelis dispositive quidem fit per doctrinam prophetarum et apostolorum, quae in Ecclesia legitur per lectores et subdiaconos; perfecte autem populus instruitur per doctrinam Christi in Evangelio contentam, quae a summis ministris legitur, scilicet a diaconibus” ( III, q. 83, a.4)
“Epistolarum doctrina respectu evangelicae doctrinae, que immediate a Christo profluxit, est imperfecta et ordinatur ad eam sicut ad finem. Intellectus namque epistolarum disponit ad intellectum evangeliorum: propterea epistola ante evangelium legitur” (Dion.Carthus., Expos.Miss., art. 12)
“Anteponitur in ordine quod est inferius est dignitate, ut ex minoribus animus audientium ad majora sentienda proficiat et gradatim ab imis ad summa conscendat” (Strabon, c.22)
[18] ‘Santiguarse’ deriva de ‘sanctificare’, sinónimo, más o menos, de ‘bendecir’. El sacramentario de s.Denis (s.XI) ofrece a esta señal de la cruz con la rúbrica ‘ Quando se signat’ el siguiente texto: “Crucis vivificae signo muni, Domine, omnes sensu meus ad audienda verba sancti Evangelii corde credenda et opere complenda”.


 

APÉNDICES

APÉNDICE 1: LADO EPÍSTOLA, LADO EVANGELIO








APÉNDICE 2: ¿QUÉ QUIERE DECIR ‘DEO GRATIAS’?





APÉNDICE 3: LAS HONRAS TRIBUTADAS AL EVANGELIO